Diario de León

Investigar en la Universidad de León

La endogamia, la falta de fondos, el carácter funcionarial de la universidad, la ausencia de controles externos y un largo etcétera están entre las claves para comprender por qué los investigadores invierten su esfuerzo fuera de España

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CRISTINA FANJUL | texto
León

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Lo decía Margarita Salas en una entrevista con Diario de León el pasado mes de junio. «Si no se incrementa la inversión en investigación, todo se vendrá abajo». La pupila de Severo Ochoa, bióloga molecular y una de las voces más sobresalientes de la ciencia española, no se andaba por las ramas. El presupuesto que España dedica cada año a investigación no llega al 1% del PIB, la mitad de lo que se destina en la UE. Asimismo, destacaba que, a pesar de la importancia de la inversión privada, no se puede contar con ésta debido al hecho de que la industria española no es lo suficientemente potente como para liderar el sector. Se trata, además, de un círculo vicioso, por cuanto que la ausencia de inversión en I+D supone un descenso en la capacidad de desarrollo industrial y viceversa. Quienes más sufren esta situación son los jóvenes investigadores, los becarios o, como ellos mismos se denominan, los precarios. El catedrático de la Universidad de León, César Chamorro, alertaba este mismo mes de la debacle que para la Universidad y la industria supone esta falta de recursos. «Aquí se forma a grandes investigadores y luego son otros países los que se aprovechan de nuestros recursos», destacaba. Y es que los números cantan. En el 2001, más de 26.000 profesionales especializados provenientes de la Unión Europea se establecieron en Estados Unidos. Entre los quince mil europeos doctorados en Norteamérica entre 1991 y 2000, unos once mil lo hicieron con planes de quedarse en la otra orilla del Atlántico. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se comprometió a incrementar la partida presupuestaria destinada a Investigación y Desarrollo hasta lograr que el pedazo del PIB aportado a este fin llegara al 2%, con un aumento en el 2005 del 25%. Sin embargo, los científicos se han venido quejando de que esta promesa se ha quedado en agua de borrajas. El pasado mes de octubre, un grupo de 22 investigadores españoles publicaron un manifiesto denunciando que el Gobierno había abdicado de sus compromisos. El disgusto ha ensombrecido algunas buenas noticias, como el anuncio de que las becas para los postgraduados aumentarán un 15% en el 2005. En su manifiesto, los científicos afirman que las declaraciones de Zapatero generaron una gran esperanza y que los científicos están ahora tremendamenre preocupados tras conocer las primeras decisiones. «Estoy muy disgustado», ha manifestado Joan Guinovart, director del Instituto de Investigación Biomédica del Parque Científico de Barcelona. Además, añade que es imperativo realizar un pacto de Estado por la ciencia. «Aún no se han enterado de que la investigación es el verdadero motor del crecimiento del conocimiento y la economía». En los mismos términos se expresaba Jordi Petriz, investigador de células stem. «La idea de que los investigadores de centro públicos tienen que pedir becas de investigación no tiene sentido», denunciaba. El caso claro es que no menos de cuatro mil doctores españoles se han visto obligados a exiliarse para poder desarrollar su talento en el extranjero. Es decir, volvemos al argumento de César Chamorro: después de que el sistema público español se gaste millones de euros en la formación de la vanguardia científica del país, ésta no tiene más remedio que refugiarse en EE.UU., Gran Bretaña o Francia, ante la inexistencia de plazas y oportunidades, la precariedad laboral y la situación de endogamia que sufre la universidad española. La Universidad de León cuenta con 300 becarios de investigación, becarios que han venido reivindicando de manera constante la mejora de sus condiciones laborales. Se concentran alrededor de la Asociación de Jóvenes Investigadores Precarios de León y exigen asignar los recursos adecuados a la investigación, animar esta función y poner en marcha planes que aseguren que el conocimiento productivo llegue a la población en general. Asimismo, piden la conversión de los investigadores becados y en precario en investigadores contratados y con derechos. Situación endémica La situación que viven los 300 becarios de investigación de la Universidad de León dista mucho de calificarse como idílica. Llegan y sobrepasan los treinta años y continúan después de esa edad con contratos basura y con becas. No es una locura pensar que, ante esta valoración social y académica, muchos de ellos decidan acudir a empresas y universidades extranjeras donde, además de percibir una salario acorde con sus actitudes, son capaces de desarrollar su labor investigadora con dignidad. El manifiesto realizado para reivindicar el fin de esta situación se articula en torno a los siguientes puntos: Supresión del actual sistema de becas, convirtiéndolas en contratos de formación mediante la creación de una nueva figura denominada Personal Investigador en Formación (PIF), de naturaleza análoga al MIR (Médico Interno Residente). Promulgación de una legislación de mínimos, válida para todos los organismos oficiales, que unifique las características de estos contratos en lo relativo a derechos y obligaciones. Concretamente, en lo referente a retribuciones, duración del contrato, cobertura de cursos de doctorado, cobertura de otra formación y de estancias y viajes a otros centros de investigación. 1397124194 Derecho a tener representación colectiva propia, siguiendo criterios de proporcionalidad en los órganos de gobierno de las universidades y centros de investigación que acojan a PIF. 1397124194 Aumento decidido de los fondos destinados a la formación de investigadores, habilitándose mecanismos que favorezcan el aprovechamiento de esta inversión y eviten situaciones anómalas como las descritas anteriormente. Reconocimiento oficial del periodo de formación y de la actividad laboral realizada, como la participación en proyectos de investigación y la docencia impartida, y una valoración adecuada en el ámbito académico y extraacadémico. 1397124194 Afirmación y vitalización de una red de investigación y desarrollo española sólida, a través de un incremento en el gasto en I+D, de un aumento paralelo en el control del destino de estos fondos, de una implicación estrecha de las universidades y centros de investigación con el tejido productivo del país y de un acercamiento a los ciudadanos, sus preocupaciones y necesidades. Predoctorales Pero ¿cuál es la situación a la que tienen que enfrentarse los jóvenes investigadores en la actualidad? Es habitual la situación en la que personas que desarrollan el mismo tipo de trabajo lo hagan bajo condiciones laborales muy diferentes. Un porcentaje reducido de investigadores pre y postdoctorales dispone de un contrato. En su mayoría, su trabajo se remunera mediante becas. Más aún, la insuficiente e inadecuada oferta de becas provoca que muchos investigadores no reciban remuneración alguna durante largos periodos en los que continúan trabajando. Además, el actual sistema de becas conlleva una serie de problemas comunes a los investigadores. El requisito de estar en posesión del título de segundo ciclo en el momento de la solicitud, unido a la lentitud en la resolución, frecuentemente posterior a la fecha prevista de incorporación del investigador al grupo de trabajo, da lugar a que el investigador trabaje durante varios meses sin remuneración En el mejor de los casos, la beca predoctoral puede prolongarse durante cuatro años, duración que es frecuentemente inferior al tiempo necesario para realizar la tesis doctoral y que prácticamente nunca financia al investigador en los meses que transcurren entre la consecución del título de doctor y la incorporación a otro centro como investigador postdoctoral. Por tanto, en esta etapa el investigador realiza su trabajo habitualmente sin remuneración. La discontinuidad que supone en la carrera profesional esta falta de financiación constituye uno de los principales problemas a los que se enfrenta el investigador doctor. Doctores Las becas y contratos postdoctorales son, muy frecuentemente, de dos años de duración. Este periodo es muy corto si se tiene en cuenta que muchos proyectos de investigación son a medio y largo plazo y que las convocatorias se deben solicitar con un gran margen de antelación. El investigador postdoctoral está por tanto en una situación de gran inestabilidad laboral y tiene que dedicar mucho tiempo a la búsqueda de trabajo. Dicha inestabilidad dificulta notablemente su labor e impide la realización o finalización de muchos trabajos de investigación por falta de tiempo. Otra de las calamidades a las que se enfrentan los investigadores son los retrasos en los pagos y falta de regulación en la contratación. Los investigadores que disponen de una beca no tienen asegurada, ni tan siquiera, una percepción salarial mensual regular, situación en parte agravada por el carácter renovable de las becas. Son usuales los retrasos en los pagos, en las renovaciones de las becas y en las ayudas de instalación. Por otro lado, las becas predoctorales adscritas a un grupo de investigación suelen ir asociadas a la concesión de un proyecto de investigación, generalmente de varios años de duración y financiado por la misma entidad. Uno de los aspectos más interesantes que tienen algunas becas predoctorales es la posibilidad de disfrutar de estancias en centros de investigación nacionales y extranjeros. Sin embargo, es muy frecuente que el abono de la estancia se realice con un notable retraso y que la estancia esté sujeta a unas rígidas condiciones en las fechas de inicio y fin de la misma. 1397124194 Recuperar los investigadores Son legión los que aseguran que el problema de la universidad en España tiene difícil solución y no se resolverá hasta que no hayan pasado varias generaciones. Cabe destacar que la investigación, que debería ser uno de los objetivos fundamentales de los centros universitarios, ha pasado a convertirse en una simple designación semántica. El carácter funcionarial de muchos de los catedráticos y profesores titulares está entre las causas de este mal endémico. Y es que la docencia se ha convertido en su única función y responsabilidad, a pesar de que las horas que un profesor dedica a la enseñanza nunca llega a las 400 al año. El resto del tiempo debería dedicarse a la investigación y el estudio, pero esta obligación se deja al albur, la competencia y la buena intención de los profesionales. Son muchos los que dejan pasar años sin publicar investigación alguna, sin poner en marcha ningún proyecto o estudio. No se prima el trabajo o la brillantez. Es, una vez más, un «café para todos» que recompensa la laxitud académica y, al tiempo, desincentiva a cuantos basan su progresión profesional en el esfuerzo, el trabajo y la competencia. En el mismo sentido, la universidad española no trabaja por objetivos ni premia resultados. Nadie tiene conciencia clara de que su sueldo depende de la investigación que realicen. Reforma de la LOU La LOU trató en cierto modo de combatir este sistema. Así, una de las claves de la ley era la reforma del espíritu de la investigación. Para ello, se establecía un punto denominado Garantía de calidad , que se desarrollaba en varios puntos cuyo denominador común eran la excelencia y la competitividad. Entre los objetivos, cabe destacar los siguientes: medición del rendimiento del servicio público de la educación superior universitaria, la rendición de cuentas a la sociedad, la transparencia, la comparación, la cooperación y la competitividad de las Universidades en el ámbito nacional e internacional. Además, se incluía la necesidad de informar a la administración para la toma de decisiones en el ámbito de sus competencias y a la sociedad con el fin de fomentar la excelencia y movilidad de estudiantes y profesores. Otro de los cambios de la LOU trataba de incentivar el trabajo individual de los profesores. Para ello, se decidió que el Gobierno podría establecer retribuciones adicionales que estarían ligadas a méritos individuales docentes, investigadores y de gestión. Estos complementos salariales serían el resultado de la valoración de los méritos realizada por la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación o por el órgano de evaluación externa determinao por cada comunidad autónoma. Es decir, dependiendo del trabajo desempeñado por cada uno, así sería el salario logrado. Trabajo por objetivos, optimización de recursos y un claro frenazo al poder de los sindicatos. Es decir, a partir de ese momento, la nómina dejaría de ser un número negociado en conjunto para convertirse en una cifra basada en el esfuerzo personal, en la competencia, en la competitividad individual y menos en la uniformidad de rangos.El espíritu protestante del logro y el resultado al esfuerzo entraría en las aulas. Demasiado anglosajón para España. Resultado de la LOU son los contratos tipo Ramón y Cajal, que se conceden a aquellos doctores que han adquirido una experiencia investigadora y han demostrado su capacidad productiva en diferentes grupos de investigación. Por ello, han de tener la posibilidad de liderar proyectos de investigación propios y, en caso de recibir una evaluación positiva como investigadores independientes, alcanzar la estabilidad profesional. Las primeras convocatorias permitían una cierta flexibilidad de hasta un año en la fecha de incorporación al centro, para que los investigadores pudieran cumplir con los compromisos adquiridos previamente. Lamentablemente, en la convocatoria de 2004 esta flexibilidad se vió notablemente reducida a tan sólo tres meses. No obstante sus ventajas, este programa se ha visto empañado, como muchos otros, por la existencia de importantes retrasos, especialmente en la convocatoria de 2002. En la última convocatoria se ha reducido el número de contratos ofertados a menos de la mitad. En León, los contratos han permitido el regreso de cuatro científicos a la Universidad de León: José Manuel Fernández Cañón, María del Carmen Marín Vieira, Margot Marqués Martínez y Agustín José Menéndez. No son muchos, sobre todo si se compara con universidades como la de Salamanca, donde han aterrizado casi una treintena de «sabios». Con su vuelta, la Universidad de León se ha puesto a la cabeza de varios proyectos con interés para la comunidad científica internacional. Entre los planes de investigación, cabe destacar el que desarrolla Margot Marqués en el Instituto de Desarrollo Ganadero y que se basa en la modificación genética de células de oveja. De esta manera, se podrá, entre otras cosas, desarrollar tecnologías que permitan obtener animales con modificaciones genéticas precisas, lo que llevará a la posibilidad de lograr animales que sirvan de modelo de enfermedades humanas, como la fibrosis quística. Por su parte, José Manuel Fernández Cañón se especializó, durante su estancia en EE.UU., en el estudio de rutas metabólicas hepáticas y su posible relación con ciertas enfermedades humanas, mientras que Carmen Marín realiza su investigación acerca del estudio funcional de genes supresores tumorales en procesos oncogénicos y Agustín Menéndez es un experto en el derecho constitucional europeo. Todo un lujo que León no puede dejar en saco roto. 1397124194

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