Diario de León

Soldados que odiaban la inteligencia

Creada por el coruñés Millán Astray (autor de la frase «Muera la inteligencia, viva la muerte») como fuerza de choque colonial, la Legión siempre se ha identificado con el franquismo, sobre todo por su participación en el bando sublevado en la

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ENRIQUE CLEMENTE | texto
León

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El 24 de julio de 1921, la Legión, entonces Tercio de Extranjeros, entró en la historia española. Dos de sus banderas desembarcaron en una Melilla presa del pánico tras el desastre de Annual. El profesor José Luis Rodríguez Jiménez, que acaba de publicar ¡A mí la Legión! (Planeta), una historia completa y objetiva del cuerpo más singular del Ejército español, destaca que el desembarco en Melilla fue la primera, pero también una de las acciones militares más destacadas de los legionarios, porque «aseguró una ciudad que podría haber caído en manos de los rifeños y que quizá España jamás habría recuperado». La Legión permaneció en Marruecos hasta la victoria de 1927 y se ganó una buena imagen. Participó en 899 acciones como fuerza de choque y sufrió numerosas bajas: 2.000 muertos, 6.096 heridos y 855 desaparecidos. Había cumplido el objetivo por la que había sido creada en 1920: «Poner los muertos sobre el campo de batalla», como escribe Rodríguez Jiménez. El gran artífice de la Legión fue el coruñés José Millán Astray, para quien el modelo a seguir era el de la Legión Extranjera francesa, incorporando la tradición de los tercios españoles del siglo XVI. Millán Astray dotó al cuerpo de un estilo propio, tanto en sus formas exteriores (uniforme verde grisáceo, camilla de cuello abierto, gorro con borla, las canciones, el himno, las mascotas) como en cuanto a un duro régimen disciplinario. Desde su fundación, en la Legión se unen la liturgia de la exaltación de la muerte, la promesa de redención y un brutal sistema de castigos físicos. Nacida para la guerra colonial, la Legión protagonizaría sin embargo sus combates más sangrientos no en el protectorado marroquí, sino en la Pensínsula, entre 1934 y 1939. Su utilización por el gobierno republicano de centro-derecha, por recomendación de Franco, en la represión de la revolución de octubre de 1934 le proporcionó una imagen muy negativa por parte de la izquierda. Los legionarios dieron un trato despiadado a los revolucionarios después de que se hubieran rendido. Esa fama de cuerpo feroz y sanguinario se acrecentaría en la Guerra Civil, donde participó en el asalto a Badajoz, la toma de Toledo o los combates planta por planta en el Hospital Clínico de la Ciudad Universitaria de Madrid. La propaganda franquista forjaría el mito de una Legión heroica y sacrificada. Millán Astray fue un personaje pintoresco, que según el general Cabanellas hacía alarde de sus muchas cicatrices. Sufrió numerosas heridas de guerra, a consecuencia de las cuales perdió un brazo y un ojo, todos los dientes y el astillamiento de la quijada. Protagonizó uno de los gritos más siniestros de la Guerra Civil en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, ante Unamuno: «Muera la inteligencia, viva la muerte». Tuvo a sus órdenes a Franco, su mano derecha, que también fue jefe de la Legión.

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