Diario de León

Cien días con Benedicto XVI

Los tres primeros meses del Papa ofrecen un balance de continuidad, con leves apuntes de líneas de futuro y los primeros gestos

ETTORE FERRARI

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ÍÑIGO DOMÍNGUEZ | texto
León

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¿Es difícil ser Papa? «En cierto sentido sí, pero la gente es muy buena conmigo y me apoya», respondió Benedicto XVI a un grupo de periodistas el pasado lunes. Han pasado cien días desde que el 19 de abril Joseph Ratzinger escogiera el nombre de Benedicto XVI y se definiera como «un humilde trabajador en la viña del Señor». Estos tres meses han transcurrido sin grandes decisiones, salvo la obligada de nombrar a su sucesor al frente de la Congregación de la Doctrina de la Fe, y dominados por una paulatina confirmación de las líneas doctrinales que se preveían. Como profesor acostumbrado a la reflexión concienzuda antes de expresar una idea, Ratzinger se ha tomado unas largas vacaciones. Necesitaba tiempo para estudiar el rumbo a seguir a partir de ahora. El jueves regresa a Roma y tras esta pausa se espera una nueva etapa de gestos y elecciones más marcadas. La primera cita es el 18 de agosto en Colonia, en las Jornadas Mundiales de la Juventud. Como primer balance, uno de los más importantes biógrafos de Juan Pablo II, George Weigel, que ya está ultimando un libro sobre Benedicto XVI, ha resumido: «No tiene la personalidad pirotécnica de Wojtyla, pero tiene el atractivo de alguien que sabe quién es, un genuino cristiano, y puede explicar en profundidad la fe cristiana». Estos son los principales rasgos que han definido sus cien primeros días. Expectación por reformas «Quiero reafirmar con fuerza mi decidida voluntad de proseguir en el compromiso de aplicación del Concilio Vaticano II», dijo Benedicto XVI nada más ser elegido. Los temas pendientes, según este guión, están claros y los ha mencionado expresamente: trabajar por la reconciliación con el resto de iglesias cristianas y desarrollar la participación de obispos y cardenales en el gobierno de la Iglesia. Si llegará por medio de reformas palpables está por ver. También ha hecho gestos de diálogo con judíos y musulmanes. Respecto a lo que interesa a los fieles en el día a día, la doctrina, no se prevé ninguna novedad: el compendio del catecismo, supervisado personalmente por Ratzinger, lo ha constatado. Sí se espera una reforma hacia la sobriedad en la misa, que se concretará en un gran sínodo en octubre. Desinterés y naturalidad Benedicto XVI ha mostrado desde el principio una total indiferencia por la imagen. La camiseta negra bajo el hábito el primer día, la túnica demasiado corta en su primera audiencia, las gafas de sol cuando se trasladó en coche a visitar al presidente italiano han marcado un neto contraste con la figura mediática de Juan Pablo II. Incómodo con las interrupciones de los aplausos y poco dado a los baños de masas, Ratzinger ha establecido de este modo su propio estilo de hombre más corriente, de viejo profesor. Sus discursos son más elaborados, la palabra parece tener más importancia que los gestos. En el Valle de Aosta ha recuperado las declaraciones a la prensa en conversación informal. El portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro Valls, se las ve y se las desea para «fabricar» noticias del Papa: en el Valle de Aosta las fotos las toma él y se ha llegado a exaltar como anécdota de las vacaciones un breve encuentro con un chaval que llevaba unas vacas. Retorno a Pablo VI Otra distancia clara con Juan Pablo II surge con los viajes. Benedicto XVI irá a Colonia en agosto porque ya era una cita fijada por su predecesor y se trata de un encuentro con los jóvenes, pero después no hay nada previsto. En su único desplazamiento hasta ahora fue y volvió de Bari en helicóptero en el día. Todo apunta a que Ratzinger se ceñirá más al modelo de Pablo VI, que hizo sólo unos pocos viajes pero de fuerte valor simbólico. De este modo, se habla de próximas visitas a Estambul y Jerusalén. No obstante, en el primer caso, pese al deseo de la comunidad ortodoxa, las autoridades turcas no han cursado ninguna invitación. Y quizá no lo hagan, vista la opinión poco favorable de Benedicto XVI a la entrada de Turquía en la UE. En el plano internacional, se han lanzado guiños a la iglesia ortodoxa rusa y a un restablecimiento de relaciones con China. Reforma de la Curia Una de las decisiones más probables del Papa a corto plazo es una reducción de la burocracia del Vaticano, hacia la que Ratzinger siempre se ha mostrado un poco alérgico. Es de las pocas cosas sobre las que hay pronósticos: «No es descartable una tercera reforma de la Curia», dijo el mes pasado el cardenal José Saraiva Martins. Quizá sea uno de los asuntos en los que ha trabajado en las vacaciones. Según algunos analistas, podría avecinarse la fusión o eliminación de algunos pontificios consejos. También se da por hecho el relevo en dos puestos clave: el del maestro de ceremonias, Piero Marini, y el del prefecto de la Casa Pontifica, James Harvey. Primera novedad clara Tampoco es un secreto que Ratzinger cree un tanto excesiva la proliferación y protagonismo de santos y beatos durante el pontificado de Juan Pablo II. Una de las pocas novedades evidentes de estos cien días se ha producido en este campo: el Papa no ha acudido a una ceremonia de beatificación y otra se ha celebrado sin su presencia fuera de San Pedro, en la diócesis de origen de los beatos, en Polonia. Se torna de este modo a la tradición, cuando el Papa sólo presidía las canonizaciones. Comunicados conflictivos Probablemente no sean achacables al Papa, sino a su oficina de prensa, pero ya se han producido dos meteduras de pata en sendos comunicados. El primero, que condenaba los atentados de Londres, incluía en una primera versión el adjetivo «anticristiano» para definir el ataque. Al cabo de unos minutos, desapareció en un segundo texto. Con el último, Israel protestó, porque en la condena al terrorismo el Papa enumeró los últimos atentados registrados en el mundo pero no citó uno sucedido en este país.

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