Diario de León

Tres años de ausencias Las pesquisas dan frutos incluso con el juicio en marcha

El 11-M del 2004 dejó heridas que todavía están abiertas. Hoy hace tres años de la masacre y las víctimas se sienten olvidadas en medio de un proceso judicial que tiene más repercusión en otros países que en el mismo corazón de la tragedia. La

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CARMEN TAPIA | texto ANA RODRIGO
León

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«Estoy bien, he vuelto a la facultad a continuar con mis estudios y quiero pasar página». Esta es la escueta respuesta de una de las víctimas de la mayor masacre terrorista vivida en España y en Europa. Antonio Miguel Utrera Blanco, de padre sevillano - Antonio Utrera- y madre astorgana - Eloína Blanco- es uno de los cientos de estudiantes que la mañana del 11 de marzo del 2004 se trasladaba en tren hasta Madrid. Antonio, que entonces tenía 19 años, se levantó temprano en su casa de la localidad madrileña de Ajalvir para viajar hasta la capital y asistir a sus clases en la Facultad de Historia de la Universidad Complutense. Pero no llegó. Aquella mañana los planes de los terroristas islámicos hicieron que, en lugar del pupitre, diese con su cuerpo malherido en la cama de un hospital. Como consecuencia de aquellas bombas, Antonio ha peleado con valor para recuperarse de una hemiplejia. Tres años después de las explosiones que acabaron con 192 vidas y truncaron los proyectos de otras 2.000 (tantas como heridos), Antonio Utrera se siente con fuerzas para olvidar. Dice que no quiere recordar aquellos días, que «me cansa el tema» y encara el futuro con esperanza. «Me encuentro bien, sólo quiero retomar mi vida, estoy muy recuperado, aunque todavía no puedo mover bien la mano izquierda», asegura. «Del juicio tampoco quiero hablar, yo tengo mi opinión, pero prefiero que no digas nada», afirma. Eloína Alonso visitó León la semana pasada. Siempre que puede viene con su padre, Roberto Alonso Gutiérrez, de San Miguel del Camino y su madre, María Esther Lobato Balduesa, de Benavides de Órbigo. El fatídico 11 de marzo del 2004 viajaba en el tren que estalló en El Pozo. «Fue uno de los trenes en los que más gente murió. Yo no podía moverme, perdí la audición de un oído por la onda expansiva de las bombas, tenía picores y muchas contracturas», recuerda. Su vida se ha normalizado desde entonces. Es restauradora, trabaja en la recuperación de un retablo en Aranda de Duero y se encuentra muy bien. «Viví una mala experiencia, pero intento seguir mi vida con normalidad. Me encuentro bien». Eloína sigue el juicio del 11-M a través de la prensa. «Como estoy trabajando sé del juicio lo que oigo o leo en la prensa. Todavía es pronto para sacar conclusiones, pero espero que se esclarezca la verdad y condenen a los culpables». Las víctimas mortales, a las que hoy se les dedica un monumento que «ruge como un grito de esperanza», según los arquitectos de la obra, dejaron sus cuerpos mutilados y sus vidas en las vías del tren, pero están presentes en la sala donde se juzga a los presuntos autores del atentado, en los vagones de los trenes que cada mañana se desplazan con miles de personas que se dirigen a sus quehaceres diarios y están en sus casas y en sus trabajos al lado de las otras víctimas, las que viven cada día con sus recuerdos y el peso de sus ausencias. Se sintieron arropadas tras el 11 de marzo por la «gran solidaridad» que se despertó entre los españoles, sobre todo los madrileños, que ha dado paso, cuando se cumple el tercer aniversario, al olvido e incluso a episodios de reproche social, con la llegada del juicio. Son las nueve de la mañana, cuatro personas hacen la cola de entrada del público al juicio que celebra en la Casa de Campo, entre ellas, Marisol, la madre de Abel, que murió en uno de los trenes el día en que cumplía 26 años. Mientras se toma un café con su compañeras, «porque hay tiempo todavía», explica que lo que le duele es que los atentados se hayan convertido en «una batalla política», en la que «parece que ya nadie siente la muerte de 192 personas». Le duele y le sorprende la «incomprensión» de algunos de sus compañeros en el centro de salud donde trabaja -y donde siempre se sintió apoyada- cuando hacen comentarios como «¿todavía sigues?, si ya habéis cobrado las indemnizaciones», en un plural que hace alusión a la Asociación 11-M Afectados por el Terrorismo, que preside Pilar Manjón y a la que ella pertenece. Tres años después de los atentados, se aprecia desconfianza entre las víctimas con los medios de comunicación, «que se volcaron sin condiciones en un primer momento, pero que ahora cada uno usa sus testimonios según le conviene», señala Marisol, que ha pedido el carné de prensa para comprobar la identidad del periodista. Una vez vencido este recelo, ella habla con sinceridad, e invita al resto del grupo a que lo haga. Sólo se anima Almudena, que iba en uno de los trenes que explotó en Atocha y cuenta que sufre cuando tiene que «rogarle» al médico para que le siga dando la baja. «Le he denunciado, no lo entiendo, dice que estoy bien». Poco después rompe a llorar cuando recuerda que le salvó un joven que le empujó y que murió en el tren. «Nunca lo voy a superar», concluye. Ya en la sala, la vista oral comienza puntual a las diez y media. El público está compuesto por medio centenar de personas, hay muchos bancos vacíos. Una veintena pertenece a la asociación mencionada, la mayoritaria, otros tantos a la de Ayuda a las Víctimas del 11-M, media docena a la AVT y el resto son personas que acuden a título individual. «Los que asisten suelen estar tranquilos y les ayuda verles las caras a los acusados y tener información todos los días. A otros les recomendamos no asistir porque se vendrían abajo», explica la psicóloga Syra Balanzat, que confirma la sensación de muchos afectados de que, tres años después, se sienten obligados a «dar explicaciones» a su entorno de por qué siguen deprimidos o por qué hacen ciertas cosas. «¿Por qué me voy a callar, si quiero hablar», dicen algunos según la psicóloga, quien opina que son muchos los que confiesan que no se sienten apoyados socialmente. En un receso del juicio, dos jóvenes ecuatorianos se saludan. Andrés, que ya ha venido más días, le dice a su compatriota -que no quiere identificarse- que se alegra de que se haya animado a venir. «Llevo desde las cinco de la mañana sin dormir y estoy bastante nervioso, pero bueno estoy aquí», dice el joven, quien rechaza seguir hablando de su experiencia. Andrés explica que a ninguno de los dos les han reconocido como víctimas, «aunque la asociación lo está recurriendo», a pesar de que entregó su parte de ingreso el 11 de marzo en el hospital Gregorio Marañón y el de la operación de rodilla que le hicieron poco después. «El atentado me ha destruido. Estoy fuera de la regulación y no encuentro trabajo con esto de la rodilla. Me estoy divorciando porque mi mujer ha aguantando mucho, pero bueno, hay que seguir, ¿no?», pregunta. La sesión judicial se reanuda y transcurre al margen de las víctimas. La sesión judicial se reanuda y transcurre al margen de las víctimas. Dos tienen que abandonar la sala al sufrir ataques de ansiedad y son asistidas por los psicólogos de las asociaciones presentes en la sala. Una es Almudena. Entre el público, hay una mujer marroquí que lleva un pañuelo en la cabeza. Yamila, perdió a su hija de tres años en los atentados. «A ver si acaba la cosa, cerramos el libro y descansamos», comenta Yamila, que dice que ya ha olvidado los comentarios de una mujer que al verla entre el público el primer día le vinculó con los acusados. «Llevo 26 años viviendo en España y me siento respetada por la gente», concluye. Son las dos y cuarto de la tarde. El presidente comunica que el juicio se interrumpe y continúa a las cuatro. La mayoría de las víctimas se quedan a comer en bares de la zona, otras toman el metro y se despiden de sus compañeros: «Hasta otro día» Tratamientos Tres años después de los atentados del once de marzo todavía hay 111 víctimas que necesitan tratamiento sanitario y 68 psiquiátrico, y hay además una joven, llamada Laura, que permanece en coma desde entonces, Así lo informaron portavoces de la Asociación de Víctimas del 11-M y de la consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid. Esta última fuente explicó concretamente que de las cerca de 2.000 personas que resultaron heridas, hay 111 pacientes que continúan recibiendo asistencia sanitaria, especialmente de traumatología, cirugía plástica, oftalmología y neurocirugía, en la Comunidad de Madrid. El hospital 12 de Octubre es de lejos el que más pacientes asiste, con un total de 60, y le sigue el Príncipe de Asturias con 15. El resto están repartidos entre otros nueve centros. En general, la mayoría de los pacientes reciben asistencia de forma ambulatoria, salvo cuando ingresan para alguna intervención quirúrgica. En cuanto a la joven que permanece en coma, portavoces de la Asociación de Víctimas del 11-M confirmaron que efectivamente se encuentran en este estado, como consecuencia de la heridas que sufrió aquel día cuando se encontraban en una de las tres estaciones, en las que estallaron las bombas. De los 68 que precisan tratamiento psiquiátrico de los servicios de esta comunidad, hay cinco menores de 18 años, y 63 adultos. Según los datos remitidos por los centros de Salud Mental de la Comunidad de Madrid, desde el inicio del servicio especial a los afectados del 11-M se han llevado a cabo un total de 3.243 primeras consultas (número que equivaldría al de pacientes atendidos), así como 17.740 consultas de revisión sucesivas. De esta última cifra, 16.068 han correspondido a adultos y 1.672 a menores de 18 años, y de todos ellos el 60 por ciento eran mujeres. Distribuidos por años, en el 2004 se llevaron a cabo 9.781 consultas, en el 2005: 2.692, y en el 2006 fueron 558. Ayudas La Seguridad Social ha reconocido un total de 207 pensiones extraordinarias como consecuencia del atentado terrorista que el 11 de marzo de 2004 se cobró la vida de 191 personas en Madrid, según datos del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. De dichas pensiones extraordinarias, 164 fueron por fallecimiento y 43 por incapacidad permanente. Las 164 pensiones extraordinarias por fallecimiento han supuesto que se otorguen 74 prestaciones por viudedad, 87 por orfandad y tres en favor de familiares de los fallecidos. En cuanto a las pensiones extraordinarias por incapacidad permanente, cuatro de las víctimas la tienen en concepto de Gran Invalidez (personas que necesitan ayuda para los actos más esenciales de la vida diaria) y otras ocho por Incapacidad Permanente Absoluta (que inhabilita por completo al trabajador para toda profesión u oficio). Las 31 pensiones extraordinarias restantes se han reconocido por Incapacidad Permanente Total, que inhabilita al trabajador para la realización de todas las tareas -o las más fundamentales- de su profesión habitual, aunque puede dedicarse a otra distinta. Actualmente no queda ningún trámite pendiente en cuanto al reconocimiento de las pensiones extraordinarias por el atentado del 11-M en Madrid. De los 191 fallecidos, 153 estaban afiliados a la Seguridad Social. Abdelilah Hriz, de 29 años y preso en Marruecos, fue identificado como autor material de los atentados la semana pasada. El juez de la Audiencia Nacional Juan del Olmo señaló el pasado 28 de febrero como presunto autor material de la masacre, después de comprobar que su perfil genético coincide con muestras halladas en Leganés y en la finca de Chinchón utilizada por los terroristas, informa Efe. Hriz, según el magistrado, es un «presunto miembro y partícipe» de la red islamista que perpetró los atentados con «vinculaciones y relaciones directas y especialmente intensas» con otros presuntos autores materiales como Mohamed Afalah, quien consiguió huir y del que se sospecha que murió en un atentado suicida en Irak, o Larbi Ben Sellam, que está siendo juzgado por el 11-M. Del Olmo ya ha pedido la extradición del nuevo imputado a Marruecos, pero aunque este país la concediera de manera inmediata Hriz no se sentaría en el banquillo de los acusados junto a Ben Sellam y los otros 28 procesados que desde el pasado 15 de febrero están siendo enjuiciados en un pabellón de la Audiencia Nacional en la Casa de Campo de Madrid. Este imputado deberá ser juzgado en un procedimiento aparte, tal vez junto a otra persona reclamada por los mismos hechos: el español de origen sirio Moutaz Almallah Dabas, detenido y extraditado a España por el Reino Unido y que el mismo día que Hriz era identificado como autor material del 11-M perdió su última batalla judicial para evitar su extradición a España. Dabas fue arrestado el 19 de marzo del 2005 en su casa de Slough (al oeste de Londres), un día después de que su hermano Mouhannad fuera detenido en España en relación con el 11-M. Aparte de los autores materiales que se consideran huidos -la Fiscalía señala como «partícipes en situación de rebeldía» a Mohamed Belhadj, Said Berraj y Daoud Ouhnane, además de, al ya citado, Mohamed Afalah-, las Fuerzas de Seguridad siguen practicando detenciones de presuntos colaboradores que, sin relación directa con el 11-M, pudieron dar cobertura a los autores de los atentados. Los últimos arrestos tuvieron lugar este mismo mes cuando la Policía detuvo, por orden de Del Olmo, a tres personas por su presunta relación con la red de apoyo a los terroristas huidos . Cuatro días después, el magistrado ordenó la prisión de uno de ellos, Abdelkrim L., detenido en Madrid, por haber cobijado y dado cobertura a Abdelilah Hriz en fechas cercanas a la masacre.

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