«Hemos aprendido lo valioso que es tener tiempo para no hacer nada»

FERNANDO OTERO |||| Elisa y Juan saben que cada cosa tiene su momento. Sus sabias canas, aunque llenas de vitalidad, les llevaban un tiempo dando señales de que necesitaban un cambio de aires y eso han hecho. Desde su niñez, aunque nacidos en León y en Lugo respectivamente, vivieron primero en Madrid y luego en Barcelona, y durante cuarenta años han estado inmersos en la industria del automóvil. «Los viajes se repetían, las reuniones no acababan nunca y cada día merecía menos la pena», dice Juan, que tenía un importante puesto en una de las grandes empresas españolas del sector de la automoción. «Alcanzamos un pequeño patrimonio y sabíamos lo que era vivir sin ahogos»- dice Elisa- «pero dijimos que ya estaba bien, que había que parar, y que en Barcelona no se podía», añade. «Cuando no eres tú el que estás estresado, el resto de gente te lo transmite», se lamenta Juan. «Cuando se lo dijimos a nuestros hijos, tres de ellos afincados también en Barcelona, se inquietaron por tenernos tan lejos, pero lo entendieron» -aclara Elisa-, «sabían que mis raíces estaban aquí, y Juan estaba más que de acuerdo». Vendieron sus bienes y en poco tiempo ya estaban invirtiendo en su próximo hogar en Vegacervera. «Ya teníamos la idea de montar una casa rural, y la zona nos parecía la mejor para hacerlo», dice Juan. Agradecen además la buena acogida por todos los vecinos del pueblo. «Aunque nos siguen denominando los catalanes», añade Juan sonriendo. Ahora compaginan el «estrés relativo» del negocio con las visitas a León. «Mientras Elisa hace clases de relajación yo juego al golf o no hago nada, que es fantástico», afirma Juan. «Hay una edad para cada cosa y la que nuestra es para vivir sin prisa». Defienden que León tiene mucho por ver, y que hay más oportunidades de las que a veces la gente cree. Pero hacen una fuerte crítica a la Administración. «El papeleo se nos hizo eterno y las propias instituciones son las más culpables de que las zonas más rurales no se desarrollen», apostilla Elisa, «ni siquiera el nombre del pueblo está bien señalizado». Pero parece que el resultado al final ha merecido la pena. En unos días su «casita» cumplirá tres años y dicen estar encantados. «El turismo rural tiene mucho tirón» -dice Elisa-, «aunque aquí no hemos venido a hacernos millonarios, sino a sobrevivir con calidad de vida», añade. El único problema que encuentran es que echan de menos a sus hijos y a sus siete nietos. «Pero no nos arrepentimos, aquí nos encontramos muy a gusto», -afirma- «¡hasta hemos reclutado a dos de los pequeños para el campamento de Villamanín!», dice.