Diario de León

PONTEVEDRESES EN LA RUTA DEL ÉXODO

Reboda en Galilea

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MARÍA CONDE | texto
León

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Sujeta como todas las historias bíblicas a discusión interpretativa, lo cierto es que para cualquier facción cristiana tiene especial apego el relato del Éxodo del pueblo judío liderado por Moisés, un episodio que se cree que tuvo lugar hace 3.200 años. La tradición dice que Moisés y el pueblo hebreo recibieron las tablas de la Ley en el monte Sinaí y posteriormente emplearon cuarenta años de travesía por el desierto antes de llegar a la tierra prometida. En pleno siglo XXI revivir esa peripecia requiere por supuesto mucho menos esfuerzo, pero para quienes la emprenden tiene también una significación especial. Así, un grupo de peregrinos pontevedreses ha conseguido completar esa misma ruta a través de cuatro viajes (espaciados en siete años) en los que han visitado las zonas de Israel, Jordania y Egipto marcadas por la tradición judeocristiana, además de otros lugares de relevancia religiosa como Turquía o Siria. El último de estos periplos ha durado una semana y, en él, el grupo de 36 feligreses de la parroquia de Santa María de Pontevedra ha puesto el broche a esta ruta turístico-religiosa entre otras actividades con la dura subida al monte Sinaí, una aventura que todavía días después reviven con pasión. «Hemos visto tanta belleza, tanta historia, tanta vivencia religiosa que necesitamos meses para ir destilando poco a poco lo que nuestros ojos han contemplado», asegura el párroco Jaime Vaamonde. Los participantes salieron sobre la una de la madrugada y tardaron aproximadamente cuatro horas y media en alcanzar su objetivo. Desde la cima pudieron contemplar un abrumador amanecer para el que muchos de ellos no tienen palabras. «El camino fue duro, porque además algunas de las personas que viajaban eran gente mayor -explica otra de las viajeras, Pilar Señorans-. Las vistas arriba son increíbles, pero la bajada fue también igual de complicada». Como muchos de los actos en que participaron, «la verdadera fe» estuvo presente en todo este viaje a Tierra Santa. Por eso, Mari Carmen Dapena, otra peregrina, recuerda como otros momentos de especial intensidad los vividos en Caná de Galilea, donde varias parejas renovaron sus votos matrimoniales, o también en aguas del río Jordán, en que los participantes también renovaron las promesas del bautismo ungidos por Vaamonde. El sacerdote incidió en que el viaje tenía carácter de peregrinación: «Quiere decir que además de ser una ruta cultural y turística, el objetivo principal era, ante todo, descubrir las huellas de Jesús». Esas huellas las encontraron por ejemplo en Cafarnaún, donde vivió Cristo; en Belén y en Jerusalén, donde estuvieron entre otros lugares en el cenáculo (donde se celebró la Última Cena), el Muro de las Lamentaciones, el huerto de los Olivos, el Santo Sepulcro o el Calvario. Además de los lugares tradicionales de Israel, Palestina y Egipto, el grupo se acercó al lago de Galilea, al mar Muerto (donde disfrutaron de un baño a las siete de la mañana) y al mar Rojo. Al margen del matiz religioso, la belleza de estos parajes es por sí sola un reclamo. Por eso ya existen rutas turísticas que potencian la revisión del Éxodo. En el caso de Galicia, Santiago pondrá en marcha el próximo año un plan de promoción conjunta con Roma y Jerusalén llamado Ciudades Santas, Patrimonio de la Humanidad. La fe no solo mueve montañas.

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