Diario de León

Fariza: un balcón a los arribes del Duero zamoranos

Proponemos una ruta ornitológica que, en apenas cuatro kilómetros, permite la observación de gran cantidad de especies de avifauna y se completa con un paseo en barco por la zona más hermosa de los arribes

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MIGUEL J. TRÉ | texto
León

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Durante los fines de semana de marzo a junio se han puesto en marcha 17 rutas ornitológicas repartidas por la Comunidad. Se trata del Programa Trino (Turismo Rural de Interior y Ornitología), una iniciativa de las Consejerías de Medio Ambiente y Agricultura que promueve la Fundación Patrimonio Natural y en la que participan Grupos de Acción Local. Su objetivo es poner en valor uno de los recursos naturales de Castilla y León, la observación de aves en espacios de la Red Natura. En esta ocasión, queremos acercar al lector a una de esas rutas. Es un recorrido a pie de 4 kilómetros, que se inicia y finaliza en Fariza de Sayago, una coqueta localidad situada al suroeste de la provincia de Zamora con un rico patrimonio cultural con recursos histórico-artísticos, arquitectura popular y tradiciones culturales. Desde Zamora, el mejor itinerario es seguir el tramo de autovía con dirección Salamanca hasta la CL-527 que lleva a Bermillo de Sayago. Una vez allí, la ZA-303 acerca al destino tras haber recorrido unos 50 kilómetros. Si el acceso es desde Salamanca, recomendamos la SA-300 hasta Ledesma y la SA-311 que se transforma al entrar en Zamora en la ZA-311 hasta Bermillo. Biodiversidad Son la nueve de la mañana y estamos citados en la iglesia de Fariza. Nos espera Luís Martínez, guía ornitólogo, y Ana de Salvador, que se encarga del coche de apoyo. Estamos en el Parque Natural de Los Arribes del Duero, cuyo atractivo, además de contar con 150 kilómetros de cañones fluviales excavados por el Duero y sus afluentes, proporciona refugio a una rica biodiversidad. Aunque ha amanecido el día soleado, todavía se nota algo de frío y se agradece el abrigo durante los primeros tramos. Siguiendo la ribera del Pisón, el sendero atraviesa los alrededores de Fariza, riberas, dehesas, campos de cultivo y arribes, en cada uno de los cuales flora y fauna van cambiando. Junto al pueblo, gorriones, verderones, torcaces, abubillas o aviones se asoman a nuestro paso. Luís llama nuestra atención ante la presencia de un milano negro, «recién llegado de África», asegura. Seguimos el sendero que se abre paso entre fresnos, chopos, olmos, alisos, sotos, encinares y enebrales. Fresnos viejos, llenos de agujeros, son refugio ideal para herrerillos o carboneros. De repente, un sonido inconfundible. Se trata de un carpintero, un pico picapinos, aclara el ornitólogo, que está «tamborileando» marcando su territorio. Un poco más adelante, un ratonero común, que marca el suyo. Sorprende la gran cantidad de líquenes que hay en el recorrido. Estos organismos, formados por la simbiosis de un hongo y un alga, son la señal de la buena calidad ambiental. Están en cada piedra, en cada encina, los hay de muchas especies, «hasta 285 distintas se han catalogado», indica Luís. Destaca también el manto de ranúnculos que cubre las mansas aguas del río, la presencia de narciso bulbocodium, una diminuta pero inconfundible y bella flor que apenas sobresale del césped, así como uno de sus parientes, el narciso rupícola, adosado a las rocas próximas al cauce. Cruzamos el río por uno de los típicos puentes de la zona e iniciamos un tramo con una ligera subida donde espera una sorpresa. Se trata de un aperitivo campestre que ha preparado Ana, y que forma parte de la ruta. Viene bien para descansar un poco, comentar lo recorrido y recobrar fuerzas. El sendero lleva hasta la ermita del Castillo, edificada en 1803 sobre los restos de una antigua fortificación y en la que se celebra en junio la romería de Los Viriatos. Junto a ella, atravesando almendros en flor y grandes enebros, el mirador de Las Barrancas, un balcón con una espectacular vista de Los Arribes y del cañón formado por el Pisón antes de ceder sus aguas al padre Duero. El visitante urbanita no puede por menos que sobrecogerse y mostrar su asombro al percibir los detalles rocosos de las paredes de los arribes y contemplar, allá abajo, el discurrir del río. La suerte acompaña. Con los telescopios y prismáticos que proporciona la organización se pueden observar mejor los cañones y la presencia de águila real y alimoche, que se distingue fácilmente por su color blanco, o del buitre leonado, abundante en la zona.

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