Diario de León
JASON SZENES

JASON SZENES

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León

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|||| Ayer ocurrió en Montecarlo lo que tenía que ocurrir. El Baile de la Rosa se celebró bajo la inspiración, la estética y el influjo de la Movida Madrileña. O lo que es lo mismo... Que aquello (¡fuera caretas!) se ha convertido por fin en lo que todos veníamos sospechando que en realidad era: una de Almodóvar. Si Rainiero levantara la cabeza y viera esa florida y sugerente invitación al 'Bal de la Movida Rose' (sic), con Alaska y Bibiana Fernández cual vedettes del Follies, posando junto a Almodóvar con un tuxedo de Armani y a Mario Vaquerizo con tacón de aguja y embutido en plexiglás, resolvería de golpe la duda que le torturó toda la vida: por qué su querido Mónaco fue considerado siempre un principado de opereta. Somos bastantes los que hemos pensado alguna vez, siquiera remotamente, como diría Raimunda (la de 'Volver'), que más de un Grimaldi habría pasado con nota cualquier casting de Almodóvar. Sin ir más lejos, la circense Estefanía, que además canta, habría quedado divina en 'Tacones lejanos'. Eso por no hablar de la imponente presencia escénica e innegable vis cómica de la tía Antonieta, que como secundaria de lujo quién sabe si no habría llegado a eclipsar en sus tiempos a la inconmesurable Chus Lampreave... Sí, Mónaco tiene abundante reparto y es rico en tramas truculentas. Y no sería de extrañar que, agotada La Mancha, Almodóvar buscara su próxima inspiración en esa candente roca. Seguro que si Pedro se lo propusiera, Alberto no rechazaría un cameo; en el estricto sentido cinematográfico del término. Ese baile por sí solo ya pone de manifiesto sus tan traídas y llevadas inclinaciones. Con Almodóvar, Bibiana, Fangoria... No hace falta haber estado allí anoche para constatar que aquello no era Montecarlo. Aquello era Chueca.

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