El placer de leer a Algora

|||| Sergio Algora fue Sergio y muchos Algora. Un músico dentro de un escritor y viceversa. El creador zaragozano murió joven, hace menos de un año con poco más de 40. Era un tipo que llevaba sus inquietudes y fantasmas a la mesa de trabajo y los pasaba a limpio. En la música encontró cierta relevancia y, ante todo, un canal de expresión que le sirvió para ser conocido en la escena independiente. Pero su personalidad poliédrica le reservaba no ser unívoco y participó en proyectos tan experimentales, como diversos, como lo fueron El Niño Gusano, Muy Poca Gente, o La Costa Brava, este último junto a Fran González, ahora Nixon y líder de los resucitados Australian Blonde.

Algora construyó su centro del mundo en Zaragoza y nunca quiso ser pasto del devorador Madrid y ahí, así, consiguió mantener intactas sus intenciones y principios artísticos. Al final, resulta que escribió mucho, y aunque sus canciones aún resuenen, parece que su figura literaria crece en reconocimiento. Él solo sabe hasta qué punto el éxito llega siempre tarde, si es que lo buscó. Pero ahora se edita, póstumo, su último libro de relatos, bajo el título de No tengo el placer (Xordica), que son páginas que hay que leer con la lámpara de la imaginación encendida y con la media sonrisa a mano. Pisa temas próximos, música y festivales, y personajes reales a los que les pasan cosas surrealistas. Sergio Algora era melancólico y feliz. Y es un placer en el recuerdo pasar las páginas de su obra.