Diario de León

Mano tendida ante el cáncer

Marian Fernández es voluntaria de la AECC y ofrece compañía a los enfermos ingresados

Marian Fernández es voluntaria de la Asociación Española Contra el Cáncer desde el año 2021.

Marian Fernández es voluntaria de la Asociación Española Contra el Cáncer desde el año 2021.M. Carro

Ponferrada

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Marian Fernández comparte los miércoles con los enfermos de cáncer ingresados en el Hospital El Bierzo. Ella es una de las voluntarias de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) que dedica tiempo a escuchar a quienes necesitan ser escuchados —siempre y cuando estén dispuestos a hacerlo, porque no todos los días las ganas son las mismas— y a detectar necesidades que luego transmite a los responsables de la asociación para que estudien la manera en la que pueden ser atendidas. Tanto de pacientes como de familiares.

Cuando la madre de Marian falleció porque la edad lo impuso, ella decidió donar a la AECC todo el material que había necesitado para el día a día de aquella. Ese fue su primer contacto con la asociación. Después, conoció las rutas saludables que el colectivo organizaba y se apuntó. Lo cogió con tantas ganas que fue una de las personas que asistió a esta actividad con mayor frecuencia y esa implicación le valió a la AECC para proponerle entrar a formar parte de su equipo de voluntarios. Marian aceptó el reto y se formó para ello con los cursos que organiza la propia asociación. Esto sucedió en 2021 y tuvo que ser online porque mandaba la pandemia. Una situación sanitaria extraordinaria que igualmente marcó su bautismo como voluntaria en el Hospital El Bierzo, para lo que también se sometió a un test psicológico.

Antes del coronavirus, los voluntarios pasaban por las habitaciones de los pacientes de dos en dos, pero ella tuvo que hacerlo sola y ese ya fue un reto de partida. El siguiente fue enfrentarse a la realidad que viven los enfermos ingresados con cáncer, algunos ya en Cuidados Paliativos.

En la formación previa que recibió, a Marian le enseñaron las claves para el abordaje de este tipo pacientes y cómo comportarse ante problemas o contratiempos que puedan surgir en la relación con ellos. También recibió amplia información sobre los servicios que presta la AECC para que ella pueda ofrecer esos recursos a los enfermos y familiares que los desconozcan que, aún a día de hoy, son muchos. Con las nociones básicas, Marian se lanzó al voluntariado en octubre de 2021. «Ha sido un proceso de autoaprendizaje», asegura ella.

Lo mejor de su labor es «el rato de alivio que das al paciente y a la familia. Ves como descargan y se olvidan un poco de la enfermedad», relata. Lo peor se presenta cuando, una semana después de la última conversación, Marian regresa a la habitación y aquel paciente ya no está.

«Lo que hacemos es escuchar, compartir tiempo con ellos y aprovechar esos momentos para detectar necesidades en las que podamos ayudar. Si es así, se lo transmitimos a la asociación y ahí estudian el caso para ver qué recursos se pueden ofrecer. Hay veces que los propios pacientes o los familiares nos piden algo directamente, como apoyo psicológico», explicó Marian Fernández.

Su relación con los enfermos es directa, pero también se ha valido de medios como una tablet para compartir con ellos determinada información o un teléfono, porque «algunos se sienten más cómodos hablando por teléfono» que en el cara a cara. Llevarles la prensa —afirma la voluntaria— es otro modo de aproximación; aunque a veces la salida de la habitación dista pocos segundos de la entrada. Marian sabe cuando no es buen momento o el propio paciente se lo dice. La inmensa mayoría de las veces, eso sí, es recibida «con los brazos abiertos», sobre todo por aquellos que no tienen acompañante y que necesitan un rato de conversación.

En Cuidados Paliativos la situación es más tensa y, aquí, su labor se centra sobre todo en acompañar a las familias. Sobrelleva esas vivencias complicadas separando con disciplina su vida personal de su labor de voluntariado. «Cuando cuelgo la bata, cuelgo la bata. Siempre hay alguna cosa que se te queda, es normal; pero yo intento no llevármelo a casa», relata. Así una vez a la semana durante, al menos, un par de horas. Aunque como ella misma dice, «esto es a demanda» y si un paciente reclama su compañía y está a gusto en la conversación, el tiempo es relativo y se alarga lo necesario.

«Una da, pero también recibe mucho del que está enfrente. Recibes mucho cariño, mucho aprecio y aprendes de la vida. Es una forma de ver la vida de otra manera», asegura una mujer dedicada a los demás.

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