Diario de León

Metidos en campaña | Antonio Montilla / Paula de Las Heras

Crónica de un resultado anunciado

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España está inmersa en la campaña de las elecciones generales más trascendentales desde 1977. Así coinciden en calificarlas los dos principales aspirantes a la presidencia del Gobierno, Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba. Y, sin embargo, pocas veces el resultado ha estado más cantado de antemano.

Apenas hay margen para la duda. Los populares batallarán por hacer más contundente su segura victoria y garantizarse la mayoría absoluta y los socialistas por minimizar la derrota y evitar que su paso a la oposición abra una lucha intestina sin precedentes en el partido.

El éxito de ambas estrategias se dirime, en realidad, en menos de una veintena de provincias; aquellas en las que las diferencias en número de votos se traducen con más claridad en el reparto de escaños. Andalucía y Cataluña, las dos comunidades más pobladas de España, centran buena parte de la atención. Ambos territorios siempre han sido feudos socialistas y por sí solos aportaron más de un tercio de los escaños obtenidos por Zapatero en 2008, o lo que es lo mismo, fueron las autonomías propiciaron la derrota de Mariano Rajoy. Por ello, los asesores del líder del PP comenzaron a trabajar, incluso antes de que el presidente Zapatero comunicase el pasado 29 de julio el adelanto de las elecciones generales, con una premisa clara: si Aznar logró en los comicios de 2000 la mayoría absoluta, pese a perder en ambos territorios clave, invertir la tendencia en estas dos comunidades autónomas podría convertir a Rajoy en el presidente con mayor respaldo de la historia de España, por encima incluso del que obtuvo Felipe González en 1982 (202 escaños). Esta era la hipótesis de trabajo inicial pero, aunque parezca extraño, los excelentes augurios que deparan las encuestas han hecho trastabillar parte de la estrategia. La dirección del PP contaba con que el sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) previo a las elecciones le sería favorable y que los datos del paro de octubre acentuarían el descontento de los ciudadanos hacia las políticas de económicas y de trabajo del PSOE. Pero el tsunami de apoyos que vaticina unido al peor octubre del empleo que se recuerda han generado cierto vértigo en la sede de Génova.

En el PSOE ni siquiera creen que unas encuestas tan desfavorables puedan suponer un aliciente para sus votantes descontentos. Más bien al contrario: temen que los indecisos, su objetivo prioritario, lleguen a la conclusión de que tanto da ir a votar o no el próximo 20 de noviembre. Esa es la idea que ahora trata de combatir el candidato, ayudado por Felipe González, el único socialista en condiciones de ayudarle a tirar del carro en una batalla que Rubalcaba afronta casi en solitario, como un David contra Goliat. Pero aún así, él lo seguirá intentando. «Lo importante —insiste a los suyos— no es como entras, sino como llegas a la meta». Difícil ganar, casi imposible.

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