Diario de León

El presidente se muestra distendido en su último acto oficial en España

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ramón gorriarán | madrid
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José Luis Rodríguez Zapatero estaba feliz en el acto conmemorativo de la aprobación de la Constitución. Por primera vez en mucho tiempo el aún presidente del Gobierno sonreía, departió dicharachero con unos y otros, se hizo fotos con todo el que quiso posar con él, hasta se hizo una con una camiseta de su equipo, el Barça. Parecía haberse quitado de encima la losa de la responsabilidad y de los agobios por la crisis de la deuda. Se asemejaba más al Zapatero de los días de vino y rosas de la primera legislatura.

No rehuía la conversación con nadie. Charló en tono cordial con Mariano Rajoy y hasta se tomaron una cerveza juntos. Mantuvo un animado corrillo en el que no faltaron las carcajadas con viejas glorias socialistas como Alfonso Guerra, Gregorio Peces-Barba y José Montilla. No se le vio, en cambio, en compañía de Alfredo Pérez Rubalcaba o Carme Chacón, quizá porque quiere llevar al extremo su neutralidad en la disputa por su sucesión al mando del PSOE. «Me voy -comentó- con la conciencia tranquila».

Todo un contraste con el rostro serio y el tono a media voz de Rajoy. Requerido por aquí y por allá, se mostró siempre circunspecto. Si Rajoy estuvo serio, Rubalcaba lo siguiente. El excasi todo, vicepresidente, ministro y candidato, estuvo casi huraño.

Fue la recepción más nutrida y animada de los últimos años, y eso que las Cortes están disueltas.

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