Diario de León

«Había mucho humo, creí que moriríamos»

Algunos inquilinos, inmigrantes sin familia, están alojados en albergues y . Calor y Café.

Monia, de 36 años, con sus dos hijos, en Calor y Café.

Monia, de 36 años, con sus dos hijos, en Calor y Café.

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carmen Tapia | león
León

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Fath se despertó sobre las siete de la mañana. Apenas podía respirar y olía a humo. Se levantó y abrió la puerta de su vivienda, en el segundo piso del número 47 de Fernández Ladreda. Una humareda negra le cegó los ojos y le tiznó el cuerpo. Sólo oía gritos de sus vecinos en el exterior. «¡Socorro, ayudádme!», decían. «De la vivienda de al lado sólo salían gritos y llantos», recuerda. «No sabía que pasaba, me asusté mucho y cerré de golpe. Corrí a la habitación y cogí a mi hijo, que tiene cuatro meses, estaba bien, pero había mucho humo en la casa. Los gritos despertaron a mi mujer, Fátima. Nos asomamos a la ventana. Había muchos vecinos gritando. Pensé que íbamos a morir». Este marroquí de 36 años, obrero de la construcción, lleva 6 años en León. Ahora está desempleado, «me queda poco para que se termine el subsidio», asegura. Ayer, a las dos de la tarde, después de pasarse la mañana en el hospital con el niño, al que dieron de alta a las pocas horas, ayudaba a su mujer y su hijo, con los restos de humo aún en su ropita, a instalarse en Calor y Café, una casa de acogida de la sociedad de San Vicente de Paúl, que da techo a las personas sin recursos. El Ayuntamiento ha recurrido a la sociedad para socorrer, de momento, a los vecinos del inmueble. la mayoría inmigrantes, que no tienen familia en León. «Les hemos realojado, de momento, en estos recursos, pero el lunes la compañía de seguro de los propietarios del inmueble, con los que ya hemos hablado, tendrán que darles otra solución. Desde los servicios sociales ayudaremos en todo lo que podamos», asegura la concejala de Bienestar Social, Montserrat Gutiérrez. «Los trabajadores sociales se pondrán a trabajar el lunes para buscar una solución». La experiencia llevará a la concejala a trabajar en un protocolo de actuación rápida en estos casos.

Rápida actuación. Y rápida fue ayer la actuación de los equipos de rescate. Bomberos y policías se presentaron en el inmueble en apenas quince minutos, según los afectados. «Vinieron muy rápido, gracias a Dios», comentan Monia y Najar, dos mujeres marroquíes que anoche durmieron en Calor y Café con sus hijos. Uno de los niños, Amine Maslouh, de 7 años, se ofrece para describir lo vivido en lugar de su madre, que apenas habla castellano. «Ví a un chico senegalés que se descolgaba por la ventana», relata con energía mientras de sus ojos saltan chispas de vitalidad, «Decía ¿por favor, ayudádme!. Tenía el brazo quemado. Luego llegó un bombero y lo bajó con una escalera, como a otra señora muy mayor, que también la sacaron por la ventana. Había mucho humo, casi no podíamos respirar», dice. Amine estaba en casa solo con su madre. Su padre, también marroquí, está en Madrid arreglando unos papeles.

«La policía y los bomberos llegaron rápido. A algunos les pusieron mascarillas. Entraron en todas las viviendas, forzaron las puertas para comprobar que no había nadie dormido», aseguran los afectados.

Las mujeres y los niños se quedarán en Calor y Café. como mínimo, hasta el lunes. Sus maridos y otros hombres, cuatro en total, dormirán en el Albergue Municipal y comerán en la Asociación Leonesa de Caridad. «Este es un buen sitio», aseguran, conformes con su ubicación provisional.

«Los vecinos que tienen familias se han ido con ellos, pero nosotros no tenemos a nadie», asegura Ahmed Baljad, de 37 años. «He tenido mucha suerte mi mujer y mis dos hijas están visitando a un familiar en Madrid». Baljad. marroquí escayolista desempleado — «hago trabajos esporádicos»— «En el segundo piso es donde más humo había, todo era negro», asegura.

«Se oyeron varias explosiones», relata Monia, de 36 años y madre de dos niños, «por lo menos diez», asegura, «me asusté mucho porque pensé que serían bombas. Cuando nos levantamos todo estaba a oscuras».

La policía asegura que las explosiones se deben a los estallidos de los contadores, provocados por el incendio, que destruyó toda la instalación eléctrica del edificio.

Las voces de los vecinos por las ventanas alertaron a los viandantes que pudieron avisar al 112. Otros testigos relatan que cuando los inquilinos salieron a pedir socorro pasaba un coche patrulla, que oyó los gritos.

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