Diario de León

El último día de Isabel

De origen humilde, forjó su carrera primero como inspectora de Hacienda y después en la política. Gobernaba con mano firme tanto la Diputación como el PP leonés.

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Como cada día, madrugó. Llegó temprano a la Diputación y dedicó la mañana a labores de despacho con varias gestiones sobre la mesa, también atendió llamadas de cargos del partido en plena campaña electoral y cerró los últimos flecos de la agenda del día siguiente. A las 13.00 horas iba a recibir hoy la visita de la delegación japonesa de la Asamblea de la prefectura de Kagawa.

Un capuchino cremoso y una manzana, como tentempié de media mañana. Hacia las dos llegó al Hospital de La Regla para otra sesión más de la rehabilitación de su brazo, una lesión que sufrió al caerse cuando jugaba hace varias semanas un partido de paddle, el deporte al que se había sumado con pasión en los últimos tiempos.

Comida con el director de Diario Crítico, Fernando Jaúregui, muy cerca de la casa de Isabel Carraco en el Paseo de la Condesa. «Diez minutos antes yo estaba despidiéndome de ella», dijo el periodista al enterarse de su muerte. La presidenta llegó a casa con el tiempo justo para cambiarse y acudir a la cita de las 17.30 con sus compañeros en el partido, en la sede en el Paseo de Salamanca. En el camino, cuatro disparos acabaron con su vida.

Nacida en el verano de 1954 en Santibáñez del Bernesga (municipio de Cuadros), de los primeros años de su vida recordaba el empeño que tenía en ir al colegio tiempo antes de cumplir los 6 años, edad en la que aquel momento se llegaba a la escuela. Para aplacar su ímpetu sus padres decidieron que la madrina de su hermana, que vivía al lado, le diera sus primeras clases. El mismo empeño puso en hacer la Comunión antes de tiempo. «Era un loro», reconocía.

De su abuelo materno heredó, relataba con su habitual ironía, «lo de bajita y listilla». Nunca ocultó su origen humilde y con orgullo afirmaba que de su familia aprendió desde pequeña valores como el trabajo y la honradez. Su padre fue ferroviario, su madre ama de casa, ambos ya fallecidos. Tiene dos hermanas.

Cuando llegó a vivir a la capital, acudió al colegio Quevedo y después cursó el Bachillerato en el instituto Juan del Enzina. Comenzó la carrera de Derecho de la Universidad de León, en el campus de Vegazana cursó dos años, los otros tres los realizó en Valladolid. En la ciudad vecina vivió tiempos convulsos y politizados de la universidad.

«No tenía tiempo de meterme en política ni en líos, tenía que estudiar, siempre lo hice con beca y mi misión era acabar la carrera pronto y bien». Acabó con un expediente brillante y aunque le hubiera gustado completar su formación con un máster, no pudo por falta de medios económicos.

Decidió que no quería ejercer la abogacía, tampoco ser docente, a pesar de que le ofrecieron quedarse como profesora en el Departamento de Mercantil. Optó por preparar las oposiciones y sólo en once meses logró ser inspectora de Hacienda. Con 23 años llegó a su primer destino en Vigo, pronto consiguió una plaza en León.

Llegó a la política de la mano de Miguel Pérez Villar, cuando él era consejero de Economía en el gobierno de la Junta que entonces presidía José María Aznar. Isabel Carrasco fue nombrada en 1987 delegada de la institución autonómica en León, como funcionaria del grupo A de libre designación. Ahí empezó su dilata carrera política. Fueron los tiempos de la «superdelegada», apodo que se ganó por sus firmes decisiones. Decía que supuso la etapa en la que más aprendió y la que más le aportó.

Volvió a su puesto en Hacienda, no quería alejarse del mundo profesional. En 1988 se afilió al PP. Cuando relataba su biografía incidía en la fascinación que José María Aznar le produjo. Sus ideas y su forma de hacer política empujaron a Carrasco a sumarse a las filas populares.

A mediados de los noventa volvió a la política. Esta vez, de la mano de Juan José Lucas, para ser la consejera de Economía de la Junta. Cargo que repitió en la legislatura siguiente y en la que coincidió dos años con Juan Vicente Herrera, tras dejar la presidencia su antecesor.

Su siguiente cargo la llevó a ocupar un escaño en el Senado como parlamentaria. En esta etapa se hizo con las riendas del PP en León, con mano firme reorientó la organización con cambios que algún sector no entendió, generando una corriente interna de crítica que en realidad no llegó a evidenciarse con órdagos directos. Era el año 2004 y su carrera política comenzó a dar de nuevo un giro para orientarse a la provincia. En las municipales de 2007 se presentó en las listas por Cuadros para optar a la presidencia de la Diputación. El 18 de julio tomó posesión, era la primera mujer en ocupar este cargo. Repitió mandato, también al frente del PP. Cuando le preguntan por su futuro, sonreía y decía: «Ahora no toca, hablaremos después del verano...».

Tenaz, trabajadora, con voluntad de hierro, empeño indomable, fuerte carácter, sincera, controvertida, presumida (le encantada seguir las últimas tendencias), habladora, con gesto serio y aficionada al esquí, el golf, los paseos en bicicleta a la orilla del río y el paddle. Amante de la política, ordenada e impaciente. Le encantaba compartir momentos con su única hija, Loreto, a la que visitaba con frecuencia en Madrid donde trabaja como veterinaria. Desde hace varios años compartía su vida con su pareja, Jesús. Solía definirse como «una política atípica», una mujer hecha a sí misma. No soportaba la mentira ni la deslealtad, tampoco las cosas mal hechas. «He trabajado mucho, siempre con la mejor intención por los intereses de los ciudadanos y del partido», aseguraba Isabel Carrasco.

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