Diario de León

Rajoy busca fórmulas que impidan la debacle del PP en las municipales

La oposición rechaza reformar ahora la ley electoral para impedir las coaliciones.

Mariano Rajoy comparece ante la prensa en su viaje a Panamá.

Mariano Rajoy comparece ante la prensa en su viaje a Panamá.

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ramón gorriagán | madrid
León

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Dos millones 600 votos tienen la culpa del repentino giro regenerador de Mariano Rajoy. Ese fue el caudal de la hemorragia del PP en las elecciones europeas del 25 de mayo. Igual que la del PSOE. De puertas para afuera se celebró la victoria haciendo caso omiso de la sangría, pero de puertas para dentro se instaló la tribulación y la inquietud. Rajoy, pausado y de reacciones lentas, no hizo nada a diferencia del zafarrancho que se organizó en el PSOE y en menor medida en Izquierda Unida. Hasta este lunes, cuando sorprendió a los miembros de la dirección del PP con una batería de medidas de regeneración de la democracia, un asunto que no le había quitado ni media hora de sueño en esta legislatura.

La tormenta de ideas que protagonizaron los dirigentes del PP entre bambalinas (casi nadie osó a expresar sus opiniones en público) fue amplia, aunque algunas propuestas quedaron desechadas desde un principio por Rajoy y la dirección del partido. Entre ellas, la celebración de elecciones primarias para designar los candidatos electorales del PP y los cargos orgánicos del partido. Una fórmula que el PSOE ha puesto en marcha por primera vez y que Izquierda Unida ha aprobado hacerlo.

«No está en nuestra cultura, el PP desde los tiempos de Aznar es un partido presidencialista», resume un importante líder territorial del PP. La secretaria general de los populares, Dolores de Cospedal, dice que no tienen necesidad de copiar modelos democráticos de otros porque el PP ya tiene su propia fórmula y recuerda que sus normas de funcionamientos interno prevén que cualquier militante con el aval de cien afiliados pueda optar a ser candidato a la Presidencia del Gobierno o a liderar el partido. Nadie hasta ahora ha recorrido ese camino.

El presidente del Gobierno y líder del PP escuchó, calló y decidió. Fiel a su estilo lo hizo sin concreciones, como quien pone sobre la mesa un montón de arcilla para que los demás la moldeen para luego firmar la obra resultante. Planteó dos medidas estrella, la elección directa de los alcaldes y la revisión de la figura del aforamiento. La primera tiene difícil materialización porque todos los partidos vieron en ella un regate oportunista del partido gubernamental para prolongar su hegemonía municipal en las elecciones del próximo mayo. Sin consenso, admiten los dirigentes del PP, incluido Rajoy, es poco factible una reforma de la ley electoral para que los ciudadanos voten a su alcalde, salvo que aplique «el rodillo», como se teme la socialista Susana Díaz, de la mayoría absoluta de los populares en el Congreso y el Senado. Pero es muy improbable que, por muy mayoría absoluta que tenga, un partido cambie en solitario las reglas del juego electoral. Solo queda por tanto en el albero político la revisión del aforamiento, el paradigma de los privilegios de los políticos, a ojos de los ciudadanos.

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