Diario de León

Doña Letizia reinventa el papel de consorte

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Su relevo en la corona no se produjo el 18 de junio, cuando don Juan Carlos firmó su abdicación en el Palacio Real; tampoco al día siguiente, cuando don Felipe se proclamó rey de España en Las Cortes. El cambio de reina podría decirse que llegó casi diez meses después, en el Palacio del Pardo, en el escenario en que una década antes doña Letizia, ya prometida al entonces Príncipe de Asturias, dijo aquello de que trataría de seguir el «impagable ejemplo» de doña Sofía para, llegado el día, ocupar su lugar en el trono.

Y ese día llegó el 29 de abril. Acudieron por primera vez a un acto juntas, de despedida para una y de estreno para otra. Era el primer pulso entre reinas, si bien es cierto que con anterioridad ya habían coincidido en una recepción en Palma de Mallorca y en la misa de Resurrección, también en la capital balear. El acto del Pardo era distinto. Lo presidía la madre de Felipe VI, dado que se entregaban los Premios Reina Sofía -el próximo año serán Reina Letizia- del Real Patronato sobre Discapacidad, pero la personalidad de mayor rango era doña Letizia. Una y otra asumieron su rol de forma tan natural que el relevo se consumó.

Desde un primer instante, la reina Letizia admitió en su entorno que su forma de ejercer el papel de consorte iba a ser muy diferente al de doña Sofía. Tampoco el de Felipe VI tiene mucho que ver con el de don Juan Carlos. Para empezar, doña Letizia no es una reina al uso. Es la primera plebeya que se sienta en el trono de España.

Volcada en la educación de sus dos hijas, doña Letizia ha completado el círculo, ha desarrollado todas aquellas tareas que se entienden que son propias de reina, algunas junto a su marido y otras en solitario.

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