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Cristóbal Montoro ministro de Hacienda Perfil |

La sonrisa de Montoro

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«Mi función es ser el coco. Cuanto más, mejor». Así, sin pelos en la lengua, definía Cristóbal Montoro su papel en el Gobierno. Nada nuevo bajo el solo hasta que de golpe y porrazo ha pasado de coco de Hacienda a coco de los suyos. Su descarnado comentario de que «hay compañeros míos que se avergüenzan de ser del PP» seguida de los capones, porque son más que simples collejas, a Aznar, Rato y Margallo han remecido los pilares del partido y han dejado estupefacto al personal. Nadie en las filas populares, y menos desde el Consejo de Ministros, había llegado tan lejos en la crítica.

Esa mueca extraña que aflora en su cara sin venir a cuento, y que algunos dicen que es una sonrisa, es el rasgo paradigmático de su personalidad. Hay quien se rasca la cabeza o siembra de palabras huecas sus respuestas, él sonríe. «No me río del país ni de nadie, me río de mí mismo. El sentido del humor es una defensa para mí», confesaba a este periódico hace dos años. La verdad es que pocos se lo creen y su parecido razonable con el señor Burns, el millonario republicano sin escrúpulos y propietario de la planta de energía nuclear en la que trabaja Homer Simpson, no ayuda a creer sus explicaciones. Pero insiste en que ese gesto cínico que cabrea a medio país le sale solo. Alguno de los que llevan con él años dice que es el mecanismo de defensa de un gran tímido que brota en situaciones difíciles. Nada más lejos del desdén que parece mostrar, insisten sus amigos.

Montoro, aunque sea difícil de creer, es un tipo simpático en la distancia corta, con un sentido del humor extraño, un tanto chulesco, fruto de que está convencido de su superioridad intelectual sobre el interlocutor de turno. Por eso, lo que más le indigna es la estulticia disfrazada de saber. Ahí se enfada y se le nota, como ha ocurrido ahora.

La timidez que atesora hace que una de las cosas que peor lleva es ser conocido. La popularidad, dice, es «una privación de libertad brutal». Si fuera por él se pasaría el día perdido de caminata por las sierras de Madrid, como acostumbra hacer los fines de semana haga sol o truene.

Con estos mimbres personales, pocos entendían que haya sacado los pies del plato con semejante contundencia. «Se le han hinchado ..», comentaba un diputado popular del área económica.

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