Los disturbios de Gracia minan las relaciones de la CUP con CDC
Puigdemont: «Puede que la CUP no sea el socio que le conviene a JxS» .
Imagen de los disturbios de esta semana. QUIQUE GARCÍA
c. reino | barcelona
El abrazo que Artur Mas y David Fernández se dieron al final de la jornada del 9-N, en 2014, hizo pensar a muchos convergentes que la CUP era domesticable. Sin embargo, con el tiempo, han comprobado que no es así. Primero, los anticapitalistas se cobraron la cabeza de Mas y ahora afirman que se sienten liberados del pacto suscrito con Junts pel Sí.
La imagen esta semana de Josep Garganté, uno de los concejales en Barcelona de la formación de la izquierda radical independentista, encabezando las protestas en Gracia, ha acabado de enterrar las esperanzas de los convergentes con sus aliados. El propio Carles Puigdemont dejó entrever el pasado jueves en Sitges, en las jornadas del Círculo de Economía, que puede que la CUP no sea el socio que le «conviene» a Junts pel Sí. Pero si CDC y ERC querían impulsar el proceso hacia la independencia, no tenían elección.
Pasados cinco meses desde la investidura de Puigdemont, el pacto secesionista está herido de muerte.