Concienciados para dar servicio a los pueblos

Tienen esos oficios de siempre con los que se cuenta en los buenos y en los malos momentos. Son los mejores conocedores de cuáles son las necesidades de la gente de los pueblos y por ello siguen realizando sus tareas día tras día conscientes de que los vecinos cuentan con ellos. Es el caso de Luis Antonio Panera, propietario, junto a su mujer, de la frutería Maite, de Cistierna. Varias mañanas a la semana se traslada a diversos pueblos de la Montaña Oriental leonesa para la venta de verduras, hortalizas y frutas. Lleva haciendo estas salidas durante treinta años. Señala que tras la puesta en marcha del estado de alarma no ha cambiado nada ya que la gente es la misma. «El único cambio es que tenemos que adoptar ciertas medidas higiénicas por seguridad sanitaria como las mascarillas y los guantes y que la gente se acerca a la furgoneta de uno en uno», afirma Panera. Constata que, en general, los vecinos de los pueblos que visita tienen bien aprendido de qué va esto del distanciamiento social. Respetan la distancia e incluso algunos se acercan con la bolsa con una nota sobre el pedido de frutas y verduras y el dinero en su interior. El frutero se encarga de llenar la bolsa con el pedido, hacer el cobro y llevárselo de nuevo al cliente a su casa. Esta forma de proceder la realiza principalmente con la gente mayor que no puede salir de su casa o que opta por no exponerse al ser una persona de riesgo frente al coronavirus.

La labor de Luis Antonio es especialmente apreciada por los vecinos que son conscientes de su implicación. Piden que este tipo de servicios se mantengan ya que hay muchos pueblos pendientes de la llegad del frutero, el pescadero, el carnicero o el panadero. Estos vendedores solucionan, además, las necesidades de todos aquellos que no disponen de un vehículo para trasladarse a Cistierna a hacer la compra.

De la fruta al pan, otro gran imprescindible. Juan Manuel Cuevas Juan es un panadero de Santa María del Páramo. Su empresa, Castorpan, no ha dejado de hacer pan y llevárselo a sus clientes ni un sólo día y asegura que su trabajo ha seguido habiéndolo de manera «normal» todos estas jornadas desde que estallase la crisis del coronavirus. Se trata de un bien de primera necesidad y como tal es una de las actividades permitidas en al actual Estado de Alarma. «Eso sí, la gestoría nos ha hecho un papel para que si nos para la Guardia Civil no nos multe».

Su panadería sirve a unos 900 clientes cada día. Muchos de ellos en su despacho de Santa María del Páramo, pero otros muchos puerta por puerta en poblaciones cercanas de la comarca como San Pedro Bercianos, Bercianos del Páramo, Villar del Yermo, Zuares del Páramo y Pobladura de Pelayo García. Puntual a su cita todos los días del año, domingos y festivos incluidos.

Afirma que en el despacho se han tomado medidas para evitar la propagación de virus como el uso de guantes y evitar que se produzcan aglomeraciones en la tienda. Respecto a su reparto por los pueblos, señala que estos días se ve menos gente y «hay gente que no sale a recoger el pan; nos dejan la bolsa en la puerta de sus casa y ahí se lo dejamos. Incluso hay quien coge más pan del habitual para tener para varios días». Él lo tiene claro. «Yo no tengo miedo».

En La Bañeza abre todos los días las puertas de su negocio Maximino Prada Carracedo, charcutero de embutidos y jamones, asegura que intenta mantener la «normalidad» pero prevé un situación «muy complicada» en su negocio puesto que «al no poder la gente salir a la calle hace que en nuestro caso perdamos algunos clientes porque deciden ir a comprar todo al mismo supermercado». De hecho, afirma que «antes un día normal podía tener sobre unos 60 clientes, pero ayer sólo tuve 16».

«Esto va a ser una ruina», opina Maximino, que matiza que «por suerte yo puedo abrir mi tienda, pero me pongo en la situación de otros muchos negocios de La Bañeza que tienen que cerrar porque lo obliga el Gobierno».

En el caso de los clientes que entran a su negocio, el charcutero con guantes de protección en sus manos explica que «procuramos cumplir las medidas de seguridad y entran de uno en uno en la tienda». Maximino concluye que «al final los que vienen son la clientela fija y asidua y no tienen ningún problema y están todos muy concienciados con las recomendaciones».

Afirma que en el despacho se han tomado medidas para evitar la propagación de virus como el uso de guantes y evitar que se produzcan aglomeraciones en la tienda. Respecto a su reparto por los pueblos, señala que estos días se ve menos gente y «hay gente que no sale a recoger el pan; nos dejan la bolsa en la puerta de sus casa y ahí se lo dejamos. Incluso hay quien coge más pan del habitual para tener para varios días». Él lo tiene claro. «Yo no tengo miedo».

Sara Vega Pisabarros, empleada de un Estanco de la calle García Prieto de Astorga, asevera que pese a la crisis sanitaria por el coronavirus «la gente sigue viniendo a comprar tabaco igual que antes pero respetando mucho más las instrucciones de no acercarse a menos de un metro y no tener a más de dos clientes en el local». No obstante, apunta que «la cantidad de gente que viene a comprar si se ha visto reducido desde que estalló esta situación de estado de alarma».

Al respecto, Sara detalla que «ya el viernes mucha gente se cargó de provisiones para no tener que salir de casa y se nota porque ahora compran mucho más por cartones que por paquetes de tabaco».

Soraya y Tomás son un matrimonio joven con dos niños que se han hecho cargo tan sólo hace una semana del kiosko de la principal plaza de La Robla. Comentan que si ya les había costado trabajo decidirse por coger el traspaso del negocio, ahora les llega el virus. «Es un mal comienzo», afirman, pero esperan que pase pronto y todo vuelva a la normalidad con el apoyo de todo el mundo.