Diario de León

Números en rojo

El saldo de cuenta queda al descubierto

Las operaciones bancarias para actualizar las libretas hacen que el movimiento diario se mantenga en las zonas administrativas de León

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León

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Hay una cuenta que no se cierra por ahora. La engordan, sin quererlo, los movimientos que se anotan cada día en la ciudad. El goteo incesante no ha parado desde el lunes. El primer días hábiles de la cuarentena se convirtió «en uno de los de más trabajo» del año, como cita Silvia, empleada de banca. No son grandes operaciones, ni concertaciones de créditos, ni siquiera renegociaciones de deuda. La cola delante del mostrador se alimenta sobre todo de «jubilados que quieren actualizar la libreta para saber lo que van teniendo». «Encima, no quieren usar la máquina, que lo hace sola, y nosotros no podemos tocar las cartillas, con lo que se genera más lío todavía», explica para dar cuenta del trajín en su sucursal del entorno de Nocedo. Camino de allí, en El Espolón, un hombre mayor, evita pararse. «Voy a una cosa urgente», se disculpa, con la libretina ahormada en la mano.

Con justificación
La hermandad reclama donaciones de sangre y avisa de que no habrá problemas con la policía

La situación se repite en más sucursales, como reconoce Cristina Santos. La directora regional de Banco Sabadell está con «el acompañamiento a autónomos y empresas que tienen que hacer pagos», pero reseña que también «hay mucha gente inconsciente con la libreta». «Les decidimos que deben quedarse en casa, pero se nota que la gente empieza a agobiarse y eso me da un poco de miedo», señala, mientras guarda cola para subir al autobús de Donantes de Sangre.

La campaña «No des la mano, por el brazo» tiene por ahora «un resultado muy satisfactorio», como apunta el presidente de la fundación, Martín Manceñido, quien reseña que en las dos últimas jornadas se han alcanzado las 50 donaciones cada día entre la unidad móvil, la sede de la hermandad y José Aguado. «A priori, para el virus no se necesita sangre, pero sí para el resto: entre 35 y 40 transfusiones aquí y 10 o 15 en Ponferrada, porque siguen los casos de cáncer, los accidentes o las intervenciones. Todos los grupos vienen bien», invita para animar a que la gente vaya a donar «porque se ha garantizado que la policía no pondrá ningún problema».

Los problemas están más adelante. A la puerta del consistorio de Ordoño II, el policía local que guarda la puerta acaba de poner una multa por «desobediencia a la autoridad». «Venía de paseo, le pregunté dónde iba y primero me dijo que a buscar a suegra y luego que a la farmacia, pero, cuando le requerí que dijera dónde vivía, me dijo que en Eras. ¿No tiene una más cerca? Y, al final, reconoció que estaba dando un paseín», relata, al tiempo que no pierde de vista la acera opuesta. «Aquel, fijo que no va a ninguna parte», señala para llamar la atención sobre un hombre con sombrero, una bolsina y andar despreocupado. «Ese ya ha pasado antes. Hay más gente por aquí. Se está relajando un poco la gente», apostilla a su lado Francisco Javier Álvarez, uno de los ordenanzas más veteranos del Ayuntamiento. El aludido acaba de pasar por delante de Javier y Carlos, que hacen la pausa del cigarro delante de la oficina del Santander. «Estamos haciendo las operaciones de reintegro híper urgentes; si no, nada», conceden, después de coincidir en que muchos «vienen por costumbre a actualizar la libreta».

No es el caso de Miguel Gil, que ha bajado «desde Azadinos» y, pese a aprovechar «para actualizar la libreta», su principal objetivo es «sacar dinero para pagar en la tienda». «Voy a hacer compra si puedo para una semana», concede con el carrito a rastras. Un carrito —que es el modelo profesional que se sitúa un peldaño por encima de los aficionados de la bolsa de plástico— es lo que lleva también Mercedes Peñafuerte por Alfonso V adelante. No compra para «mucho» porque salen «cada dos o tres días», una vez ella y otra su marido, y además ahora tiene ««menos comida que hacer porque los cuatro nietos no pueden venir». «El súper está más organizado. Se puede ir sin problemas. No como el sábado», recuerda.

Bien lo saben Mónica Alzate y Eliana Pachón, quienes bajan por la calle Ancha tras finalizar su turno en el Carrefour Express, donde «los primeros días fueron horribles». «Pero la gente se ha convencido de que lo básico no faltaba y ahora llevan menos cantidad», añaden. Un poco por encima, Alicia Coelho Leal limpia a conciencia la puerta de la farmacia Merino, en la que «no se ha notado mucho» la incidencia del virus porque se mantienen «los de siempre». No quedan guantes, ni mascarillas, aunque sí desinfectante. «Alcohol tenemos el justo para las fórmulas porque Sanidad lo requisa», señala a la vez que coloca un papel en el suelo para que pisen los clientes antes de entrar.

Por lo fregado le pisan también a Sara Rivero. Viene de trabajar pero no ha acabado. Bajó a pie «desde Nava hasta la zona del hotel Infantas», luego tuvo que «ir hasta donde El Cortes Inglés» y ahora va a «buscar un bus para volver a Nava», donde tiene otro servicio antes de regresar a casa. Va «con miedo» porque está «jugando a la ruleta rusa». «Puedo coger cualquier cosa en cualquier portal. El problema es que tengo un niño pequeño. Ahora, parece que el servicio de limpieza de portales es fundamental. Claro, será porque la gente sale a la calle. Muchos no se lo toman en serio», mantiene, camino del trabajo.

No tiene esa obligación la chica que camina con gorra y mascarilla puesta por Álvaro López Núñez. No va a trabajar porque la empresa para la que lo hace está cerrada. «Voy a firmar 15 días de vacaciones», explica. Pero no lo son. Al final, el saldo de la cuenta queda al descubierto.

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