Diario de León

OPINIÓN Pedro Calvo Hernando

Muy mal tuvo que verlo

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Muy mal, muy mal ha tenido que ver las cosas Aznar para decidir por sorpresa la más importante crisis ministerial de sus dos legislaturas. La evidencia de los fracasos de los dos últimos años, la presión de la huelga general del 20-J, los implacables datos de todas las encuestas sobre el deterioro de su Gobierno y el ascenso del PSOE, el abrasamiento e impopularidad de muchos de sus ministros, su propia caída de imagen pública, son algunas de las causas más importantes que le han impulsado a tomar esta decisión, seis días antes del Debate sobre el estado de la Nación y cuando todos estábamos entretenidos con los cambios en las candidaturas para el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid. Ante la inminencia del Debate de la Nación, habrá sopesado si era mejor no cambiar nada para no tener que reconocer el fracaso o cambiar todo para demostrar voluntad política de cambio y capacidad de imaginación. Serán los líderes de la oposición quienes el lunes y el martes próximos tendrán que juzgar este comportamiento. Salen del Gobierno los ministros más deteriorados, ya sea por su pésima gestión, o por sombras de presuntas corrupciones que les han perseguido o incluso por carencia total de iniciativas. Nunca debió pensar Aznar que se vería abocado a una crisis así, ya que siempre había presumido de agotar los mandatos y aguantar con el mismo Gobierno. Pero desde que consiguió la mayoría absoluta, las cosas se le empezaron a torcer, probablemente por una mala administración o por una indigestión de esa mayoría absoluta. Puede decirse que solamente se queda con el núcleo de su máxima confianza y que su intención es llegar al final de esta legislatura, que es el final de su carrera presidencial y de liderazgo del partido, con un Gabinete curado de heridas y lo más limpio posible de sombras y de estelas de grandes errores e ineficacias. Un Gabinete que no se convierta, como era el caso del saliente, en una gran rémora de cara a las inciertas elecciones generales del 2004. El presidente José María Aznar ha sacrificado su orgullo en aras del futuro de su partido, algo que casi nadie esperaba a estas alturas.

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