Diario de León

OPINIÓN Antonio Casado

Pleito en el nacionalismo

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Arnaldo Otegi lo ha dicho con toda claridad: Arzalluz, Ibarretxe, Egibar y compañía se han convertido en colaboradores necesarios del «Gobierno neofascista de Aznar» (tal cual). Si ese nuevo hallazgo verbal del ex etarra Otegi acaba convirtiéndose en la nueva doctrina del nacionalismo radical, el pleito de familia está servido. Lo malo es que tratándose de un nacionalismo que gobierna frente a un nacionalismo que mata, la cosa puede ir más allá de un simple pleito de familia. Podría bordearse el indeseable riesgo de algo parecido a una guerra civil entre los seguidores de don Sabino Arana. Ahora ya sabemos a lo que se refiere el lendakari Ibarretxe cuando dice que no cuenten con él si se trata de desencadenar un enfrentamiento entre vascos (quería decir entre nacionalistas) que fracture a la sociedad. Lo del sábado último en las calles de Bilbao revela que, con él o sin él, va a ser inevitable. Porque probablemente fue la última oportunidad o una de las últimas oportunidades del PNV para advertir que no se puede estar al plato y a las tajadas. Que es imposible cumplir la ley y socorrer a sus hermanos en la fe nacionalista al mismo tiempo. Se supone que, por si había dudas, éstas quedaron despejadas hace unos días cuando el PNV quiso echar una mano a Batasuna con un recurso del Parlamento Vasco ante el Tribunal Constitucional en contra de la ilegalización. Es sabido que los propios interesados votaron en contra. Por tanto, el PNV habrá descubierto ya que, con esa especie de suicidio legal, Batasuna no se deja socorrer por el PNV. La iniciativa no prosperó por culpa de Batasuna. Tenía que elegir entre la posibilidad de reconquistar la legalidad, pero pidiendo a ETA el cese de la lucha armada. O resignarse a actuar fuera de la ley, pero con ETA presente en la vida política a golpe de más terror y más sangre. Naturalmente, no lo dudó. Más claro, agua. ¿Se quitará la careta el PNV a partir de ahora, visto lo visto? Yo no apostaría, pero lo que sí está claro es que el cuello de botella es cada vez más estrecho para el nacionalismo gobernante. El precio seguramente será ese enfrentamiento que tanto teme Ibarretxe en el seno de la familia nacionalista. Pero ya no queda ninguna otra forma de ponerse al día después de tantos años de ambigüedad.

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