Diario de León

Ayuso eclipsa la moderación de Feijóo, que aboga por alzar la voz sin insultos

El líder del PP y la baronesa madrileña contraponen sus visiones para atacar a Pedro Sánchez

Ayuso, Feijóo y Almeida ayer, durante el acto bajo el lema ‘En defensa de un gran país’, en Madrid. SERGIO PEREZ

Ayuso, Feijóo y Almeida ayer, durante el acto bajo el lema ‘En defensa de un gran país’, en Madrid. SERGIO PEREZ

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Era un acto organizado dentro de la ruta que Alberto Núñez Feijóo va a llevar por España para defender el delito de sedición, que ahora el Gobierno de coalición y sus socios parlamentarios se han propuesto derogar. En esta ocasión, la compañera de cartel fue Isabel Díaz Ayuso, una oportunidad perfecta para disipar las dudas sobre el influjo —hay quien como la ministra María Jesús Montero tacha directamente de rivalidad— que ejerce en las sombras la presidenta madrileña sobre la dirección nacional del PP.

El baño de masas ante cerca de 2.000 militantes madrileños evidenció una vez más que en el PP existen dos visiones sobre como se debe dirigir la oposición contra Pedro Sánchez. La primera es la del presidente del PP, que sustituyó a Pablo Casado en medio de una aureola de moderación a día de hoy ya desdibujada. Por el otro lado, Díaz Ayuso, la todopoderosa baronesa que con su estilo de ir siempre al choque de trenes se ha convertido en un dolor de muelas para el Gobierno central, pero también en un paradigma de ‘Pepito Grillo’ en el interior de los despachos de Génova 13.

Ayer, el patio de butacas entró de súbito en ebullición tras un discurso anodino del alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida. El público se puso ya en pie con sólo enfilar Ayuso el camino hacia el atril instalado en el pabellón Magariños del colegio Ramiro de Maeztu.

El discurso de la baronesa regional idealizó un Madrid que «representa a una pequeña España con alma liberal», que acoge a todos aquellos ciudadanos que «han perdido su prosperidad» en otras comunidades y en el que, en contra de los miles de médicos que desde hace semanas se han echado a las calles, las personas gozan de «los mejores hospitales del país».

A renglón seguido, la presidenta presentó como víctima a su comunidad, «el enemigo a batir de un Pedro Sánchez» que, añadió, conspira para instaurar «una república federal» en la que, elucubró, no tendrían cabida la Monarquía, la Constitución, la Guardia Civil o los católicos. Ayuso cedió su puesto en la tribuna a Feijóo y el entusiasmo durante el relevo no fue, ni mucho menos, tan efusivo. Hasta dio la sensación de que en el Magariños, mítico pabellón del Estudiantes de baloncesto, era el telonero al que le tocaba cerrar el concierto, que no al revés.

El líder del PP se lanzó contra Sánchez aunque en todo momento apelando al poder de la razón y no al de las emociones. «Los españoles —dijo— no van a permanecer callados, mudos y sin reaccionar». Eso sí, puntualizó que «no insultar no significa arrodillarse y callarse».

La aclaración del presidente popular tuvo doble intención. Por un lado, marcar distancias con el tono belicoso de la dirigente madrileña. Por el otro, reivindicar su modo de oposición frente a los ataques machistas como el que espetó la diputada de nacional de Vox Carla Toscano a Irene Montero el pasado miércoles en el Congreso.

De darse el encaje entre Feijóo y la baronesa madrileña supondría importantes réditos para los populares. Si el primero presume de ser un político previsible que se guía por la lógica y la moderación, la segunda cuenta con una capacidad de movilización que supera con creces a la que de cualquier otro dirigente del partido, y que, además, compite de tú a tú con Vox por un mismo electorado, un caladero que Feijóo necesita para alcanzar la Moncloa. El problema vendrá de no concretarse el entendimiento entre Feijóo y Ayuso. A Casado ya le costó el puesto.

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