EN PRIMERA LINEA DE FRENTE David Beriain
La desesperación no cesa
¿Se acuerdan que el otro día les hablaba de los funcionarios de la Organización de Naciones Unidas que trabajan en las zonas de conflicto? Pues me van a permitir que siga con ello, porque la cosa tiene su miga. Resulta que ayer estaba comiendo con Andrés, que es un cooperante que trabaja desde hace años en el norte de Irak y hablamos del tema. A mitad de conversación, se me quedó mirando y me preguntó: -¿Sabes cuánto cobra un funcionario de Naciones Unidas en un sitio como éste? -Ni idea- le respondí. -Pues unos 10.000 euros. Después de hacerme una idea de lo que era ese dinero -algo más de un millón y medio de pesetas- (confieso que nunca lo he visto todo junto), me quedé pensando. Bueno, vale, pensé, pero corren un riesgo muy grande. La cifra no pareció mal hasta que me acordé que se piran por patas antes de que empiecen a caer las bombas, no vaya a ser que alguien les pida ayuda. Me debió cambiar mucho la cara porque Andrés me explicó que era por los seguros. Que los sacan porque si mueren les tienen que pagar un pastón, a la familia, claro está. Tanto dinero circulando en medio de la pobreza y la desesperación de la gente me hizo sentir escalofríos. -Pero eso no es lo peor,-dijo Andrés-. Lo peor es que no levantan la voz ni critican nada por miedo a que no les renueven el visado. -Bueno, será porque no quieren dejar el trabajo sin terminar-, insinué. -Sí, por eso y porque no quieren perder un empleo muy bien pagado.