Diario de León

La desilusión de los regantes

Los regadíos del sur de León han tardado tanto tiempo en hacerse realidad y se han incumplido tantas promesas que los propios agricultores tienen serios recelos para asumir su desarrollo

Publicado por
Jesús María López de Uribe - redacción
León

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¿Cabría pensar hace ocho años que los agricultores del Páramo Bajo no quisieran transformar sus hectáreas en regadío? Por supuesto que no, pero en la actualidad, tras la inauguración del canal del Páramo Bajo en 1997, las cosas pintan bastante mal para que se consiga transformar las 30.000 hectáreas en fincas de alto rendimiento agrícola. Casi siete años que corresponden al gobierno popular, que -salvo en la solución al famoso triángulo de las Bermudas (entre Fontecha, Villamañán y Santa María del Páramo), que también dependía del proyecto del Páramo Bajo- no ha iniciado ni una sola obra importante en la provincia desde que se terminaron los canales Alto de Payuelos (1994) y el del Páramo. Todo promesas, promesas y más promesas entre el Plan Hidrológico Nacional y el Plan Nacional de Regadíos, que deberían haberse puesto en marcha hace ya casi cuatro años, pero de los que sólo se conoce las obras del recrecimiento del embalse de Casares que ni siquiera sirven para regadío. Según los ministerios de Medio Ambiente y Agricultura, el problema estribaba en la Junta de Castilla y León, que no terminaba los trabajos de concentración parcelaria necesarios para poder acometer las obras. Unas obras que, en el caso del Páramo Bajo, hubo que meter en los planes hidrológico y de regadíos mediante una trampa, ya que se consideran como una modernización -es decir, reparación de acequias- cuando ni siquiera se han hecho los ramales primarios del canal principal. Primeras reticencias Y el problema es que después de tantos años y promesas, la edad media de los agricultores de la zona repartida entre león y el norte de Zamora ha envejecido tanto que es que a la mayoría les produce un miedo cerval cuando escuchan lo que tienen que pagar para convertir sus tierras en regadío -unos cinco mil euros según la Administración-. Más aún, si encima les intentan meter ahora el coste de la elevación -cuando siempre quisieron que el agua llegara de Omaña y se les prometió que nunca lo pagarían- el resultado será que después de tantos años de lucha y tantos millones gastados en canales, balsas y proyectos... todo se vaya al garete. Lo que tampoco pueden entender los agricultores es cómo el PP se arrogó con tanta facilidad el éxito de la finalización del canal principal del Páramo meses después de que hubieran dejado el gobierno los socialistas -las obras duraron casi dos años- y cómo ahora se olvida de los compromisos con los regantes de otros que presidieron la Confederación Hidrográfica del Duero (José María de Guía) por que ahora, por política, no conviene. Partidismo perjudicial Los regantes protestan porque consideran, y con razón, que el partidismo no debería interferir en los acuerdos de la Administración pública. La Comunidad de Regantes del Páramo Bajo admitió que no se construyera el pantano de Omaña -que, por otra parte, su proyecto tuvo una declaración de impacto ambiental negativo- gracias a la solución de la elevación de aguas del Esla situada en Villalobar sin costes a mayores de Omaña. Lo que no es de recibo es que ahora, casi ocho años después, los regantes y los populares leoneses -que se han encontrado esto desde Madrid y Valladolid-, se tengan que tragar un sobrecoste muy gravoso para la agricultura del Páramo. Hay varias cuestiones mezcladas en todo este asunto, pero todas han terminado desilusionando a los regantes. La tardanza en hacer realidad los proyectos, las nuevas fórmulas de financiación de las obras que no entiende nadie y que los regantes no ven más que como un truco para sacarles más dinero, las cuotas por sorpresa y los pagos que no iban a serlo, unido a la excesiva edad de los agricultores y la falta de jóvenes puede dar al traste con el futuro de la zona.

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