Diario de León

La falta de agentes con experiencia hizo necesaria su presencia, a pesar del riesgo de que estuviera «quemado»

El jefe de los espías en Irak pidió el relevo, pero el CNI le ordenó seguir allí

Defensa vincula la muerte de los siete militares al asesinato de José Antonio Bernal

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G. Bareño / D. Beriain - redacción
León

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La muerte en Irak del coman-dante español Alberto Martínez y de sus seis compañeros del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) no se debió a un atentado indiscriminado sino a un asesinato selectivo, según confirmó ayer el titular de Defensa, Federico Trillo. El ministro atribuyó lo ocurrido a «un soplo, una delación o una traición de alguien de aquel entorno», aunque descartó la existencia de un «topo» en el CNI. El Ministerio de Defensa vincula la muerte de los militares españoles con el asesinato de su compañero José Antonio Bernal, ocurrido en Bagdad el pasado 9 de octubre. Alberto Martínez, jefe de la representación del CNI en Irak, había trabajado mano a mano con Bernal, al que había instruido y presentado contactos, fruto de sus años de permanencia en suelo iraquí. Incluso le había enseñado el árabe que sabía. Por ello, se considera muy probable que quienes asesinaron a Bernal tuvieran también controlado a Martínez, al que habrían tendido una emboscada. Y el comandante sabía de este riesgo. Siguiendo órdenes Irak no era un destino apetecido para el comandante Martínez. De hecho, cuando abandonó Irak al comienzo de la guerra, creyó que no volvería. Le esperaba un destino más cercano a casa pero también peligroso: Bilbao. Iba a hacerse cargo de la antena que el CNI tiene en esta ciudad vasca, un trabajo intenso pero que le acercaba a su familia, que vive en Valladolid. Sus superiores accedieron en un primer momento pero cambiaron sus planes cuando el Gobierno decidió enviar soldados a Irak. La triste realidad era que, aparte de Martínez, el CNI no contaba con expertos en el país árabe y con casi ninguno que hablara la lengua. Así que ordenaron al comandante astu-riano que renunciara a su plaza en Bilbao e hiciera las maletas para volver a Irak. Sus compañeros comentaron a Diario de León que aquella decisión no gustó a Martínez, pero que la acató como buen militar. Eso, a pesar de que deseaba volver con su familia y a pesar de que no creía en exceso en la misión española. «Aquí lo que necesitan son ingenieros y dinero, no soldados», dijo en una ocasión. Pero la presencia de Martínez en la zona se consideraba totalmente imprescindible a corto plazo y por ello se le ordenó permanecer en Irak hasta su traslado definitivo. Se le mantuvo en el país incluso cuando asesinaron a al sargento José Antonio Bernal, a pesar de que quizás la lógica hubiera aconsejado repatriarlo, porque los contactos de Bernal eran los que le había proporcionado el propio Martínez. Traslado a España Según informó ayer la cadena Ser, el propio Martínez era consciente del peligro que corría por su relación con Bernal y había solicitado su traslado a España. Así, habría sido la propia embajada española en Bagdad la que solicitó el relevo, por considerarse que había quedado al descubierto y a merced de cualquier asesino potencial. Martínez logró regresar a España durante dos semanas para descansar. La muerte le sorprendió al regreso a Irak, precisamente cuando se ocupaba de instruir a quienes ha-brían de sustituirle a él y sus otros tres compañeros, unos agentes que tampoco tenían conocimientos de la zona. La relación de Bernal con Martínez y los primeros testimonios ofrecidos por el único agente superviviente, llevaron a Trillo a concluir que los agentes españoles habrían sido sometidos a una «muy estricta» labor de seguimiento antes de ser asesinados. «España estaba recibiendo amenazas de manera persistente», dijo Trillo, que confirmó que la representación española en la zona «era claramente uno de los objetivos de la vista corta» por formar parte «del núcleo duro de la coalición internacional contra el terrorismo». Respecto al extraño hecho de que los ocho agentes del CNI viajaran juntos, algo totalmente inusual entre los espías, Trillo admitió que «no es común» que se desplazaran así. Los agentes se encontraban en una misión de reconocimiento, tanto del terreno como de los contactos, con vistas al relevo. Sobre el hecho de que viajaran en todoterrenos facilmente identificables, afirmó que estos coches «no son inusuales en Irak, y el aspecto de nuestros agentes se confundía con el paisaje». «La emboscada contra nuestros agentes se debió a un soplo, una delación o una traición de alguien de aquel entorno, que nunca es absolutamente controlable » FEDERICO TRILLO Ministro de Defensa

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