Un parlamentario temible

En sus 21 años como diputado ha aprendido mucho. No habla bien desde el punto de vista gramatical, no termina muchas frases, se atropella, pero Aznar ha aprendido a ser un parlamentario temible, que da sensación de aplomo y seguridad. Es rocoso, nunca recula, reparte leña cuando el debate se pone feo y se lanza a la yugular de sus adversarios cuando lo estima necesario. En la oposición patentó y convirtió en su mejor mensaje y argumento el «¡váyase, señor González»!; en su primera etapa de gobierno, y todavía hoy lo hace, se defendió de las críticas socialistas con la fórmula «y ustedes lo hicieron peor». Con la mayoría absoluta, el presidente del Gobierno ha prescindido del consenso con otras fuerzas políticas e incluso del diálogo con los grupos parlamentarios. Su lema favorito de la última legislatura ha sido «usted no sabe de lo que está hablando, es un insolvente», dedicado especialmente a Zapatero. Ayer, solo ante el peligro, con toda la cámara en contra, en las peores condiciones posibles tras el fracaso de la cumbre de Bruselas, Aznar volvió a defenderse y a contraatacar con contundencia. Empleó una vez más su conocida fórmula que tan buenos resulta-dos le ha dado en el hemiciclo, ir de menos a más. Primero, una intervención en plan institucional, bastante cansina, en la que intentó justificar su actuación en la Conferencia Intergubernamental de Bruselas. Luego, tras oír el cúmulo de descalificaciones que le profirieron todos los portavoces de los demás grupos pasó al contraataque. Le llamaron «Caballo de Troya» de la Administración Bush (Zapatero y Llamazares) al que ni siquiera sus amigos Berlusconi y Blair han defendido.