Diario de León

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JOSEP LLUIS Carod Rovira es, sin duda, una persona afable y un hombre honesto. Lo conozco personalmente desde hace ya un tiempo, y siempre he gustado de su talante liberal y de su claridad a la hora de exponer sus creencias sin mayores tapujos. Tengo la impresión de que, sin embargo, no es tan buen político. Porque el político que reconoce, como él reconoció ayer en declaración escasamente humilde tras la filtración de su entrevista con ETA, que acaso se equivocó en las formas, pero no en el fondo, no es un buen profesional de la cosa. O tiene mucha cara dura, cosa que no me parece le cuadre a Carod, aunque algo de eso evidencie el que ahora pretenda trasladar la pelota de sus errores al tejado del PP y de las fuerzas de seguridad del Estado. En política, cualquier periodista un poco veterano sabe que las formas son, al menos, tan importantes como el fondo. La política es el arte de convencer a la opinión pública, de arrastrar a la ciudadanía tras un programa de gobierno. No puede alguien que quiera ser dirigente de masas reconocer que se ha equivocado en las formas, so pena de hacer creer que es precisamente el fondo del asunto el que falla. Y, evidentemente, algo falla cuando incluso desde la propia ERC surgen voces, aún tímidas, criticando la entrevista con ETA, por entender que ha puesto en peligro el papel de ERC en la Generalitat. Creo que Carod se ha jugado algo más. O que pensó, perdón por la redundancia, que podría jugar con ETA sin tener sus mismas armas. El pacífico, y Carod lo es, no puede entenderse con quien hace de la violencia su razón de ser y su principio de actuación. Y sólo al Estado le compete diseñar la política antiterrorista, sin duda la más compleja de cuantas existen. No hay que darle vueltas: Carod metió la pata, y bien empleado tiene el cese encubierto con que le ha «recompensado» Maragall. Un viaje que no tiene, diga él lo que diga, marcha atrás: no volverá a la Generalitat, no en esta Legislatura al menos, y desde luego no lo hará como conseller en cap. Veremos si aguanta en su escaño en Madrid (habrá que oir las cosas que desde allí se digan y cuántas de esas cosas salpicarán a los socialistas), y veremos si su actuación irresponsable no acaba con el govern tripartito, que podría, dentro de algunos meses, verse abocado a unas nuevas elecciones. Como en Madrid, por dolorosa que a Carod pudiera parecerle la comparación.

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