«¡Mi novio! Me han destrozado»

En cada cara, ayer en Ifema, había un drama tan íntimo como excepcional. Un 11-M particular. Una joven de apenas veinte años vivía junto a una amiga el tremendo desconsuelo. «Me han destrozado la vida. No encuentro a mi novio. Salió a las 7.25 de casa». Lo decía con una precisión que ahora aplicaba a la seguridad de aceptar que era una de las víctimas. ¿Dónde va a estar? La pregunta se hacía en silen-cio, con los ojos y sin respuesta. Desde hacía muy poco vivía con su pareja en una pequeña casa a un minuto de Santa Eugenia. Un poco más de allá del Pueblo de Vallecas, Ney Torres Mendo-za, de 35 años, tomó el tren en el Pozo del Tío Raimundo. Era su último viaje. La explosión le pilló descendiendo del vagón. Y su mujer resultó herida grave y, ahora, internada en el Hospital Gregorio Marañón. Uno de sus amigos prefiere esperar en la calle. Recuerda con orgullo este trágico final del sueño europeo de los latinoamericanos: «Él ya tenía papeles desde hace cinco años. Trabajaba en la construc-ción», afirma. En otros casos, el azar se sumó y se multiplicó para evitar la inexplicable tragedia terrorista. Pilar González, camarera de la cafetería del ala norte de Ifema tiene cuatro primos y los cuatro utilizan la estación de Santa Eugenia. Uno por uno lo fueron cogiendo y su prima, la mayor, justo el anterior a la explosión. Ayer, pasadas las siete de la tarde lo contaba con más lágrimas. A última hora de la tarde, diversos políticos de la comunidad madrileña y del Gobierno central pasaron por el Ifema para mostrar sus condolencias a las familias. No hubo ni un solo reproche, ni un grito. Fue un silencio ensordecedor para cerrar una jornada triste, nublada.