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Votos de dolor e impotencia

Aunque la normalidad democrática fue la nota dominante en Santa Eugenia, los vecinos de la calle Téllez dejaron la rabia en las urnas y después se fueron a rezar a Atocha Las víctimas y sus famil

Publicado por
E. Clemente / P. Abejón - redacción | madrid
León

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«Estamos abatidos, muy tristes, pero nuestro deber es votar», asegura Pedro, que ha acudido a primera hora de la mañana a ejercer su derecho al Colegio Infantil Madrid Sur, situado frente a la estación de El Pozo del Tío Raimundo. Tres días después del 11-M aún no se ha retirado el siniestro vagón cuya explosión causó 67 muertos. Algunos vecinos han pedido que lo quiten de ahí, porque cada vez que lo ven reviven el horror. Junto a él hay un altar con velas, ramos de flores y mensajes de apoyo a las víctimas y de repulsa al terrorismo que los habitantes de esta humilde barriada van engrosando con el paso de las horas. La palabra «paz» es la que domina en las pancartas colocadas en los colegios electorales. «Hay que acudir masivamente a las urnas», abunda en el mismo argumento Agustina, que el día de la infamia bajó inmediatamente después de oír la explosión desde su piso al apeadero y se encontró una ristra de restos humanos despa-rramados por todos lados. Conmocionados Y así ha sido. Los habitantes del malherido barrio obrero se han volcado en las urnas pese a la conmoción que todavía padecen en grado agudo. A las 10 de la mañana ya había votado la mitad del censo. En el colegio se palpa una tristeza infinita, se ven rostros cabizbajos y ojos llenos de lágrimas. Pero también hay rabia en algunos de los votantes. Un joven confiesa que le han dado ganas de agredir a un interventor del PP, pero se ha contenido, «porque hay que derrotarlos con los votos». Hay votantes con cortes en la cara, vendados y otros con secuelas más ocultas. Una muchacha, que estaba en uno de los vagones del «tren de la muerte» y no oye bien desde la funesta mañana del 11-M, porque se le saltaron los tímpanos, también ha ido a votar. No quiere recordar el terror que vivió en primera persona. Un cartel con un espejo que devuelve tu rostro dice «Mírate, tú podías ser uno de los muertos». Está en una de las entradas de la estación de Atocha, bajo una inmensa pan­carta en la que se lee Basta, bastardos . «¿Qué podemos hacer, hija, votar y rezar?», dice Elena Sánchez. Como ella, cientos de vecinos de la calle Téllez, dónde explotó el segundo de los trenes de la muerte de Ato­cha, salió de votar del Centro de Mayores Benito Pérez Gal­dós y se fue directa a la estación a poner una vela. Los madrileños dejaron la rabia en las urnas y luego se iban a rezar en la estación. Los andenes, todas las entradas de la estación y los muros que la bordean son un recuerdo per­manente de la tragedia desde el jueves. Todo está rodeado de velas, flores y mensajes. El muro de la calle Téllez sujeta cientos de testimonios anónimos como el de Laura, una niña de siete años que enciende una vela junto a su madre y escribe «nunca os olvidaremos». La mayoría de las personas que paseaba por Atocha le­yendo dedicatorias decía que los terroristas no les habían cambiado el voto. «Eso sería darles la razón», explicaba Carmen. La normalidad democrática en el dolor fue la nota dominante en Santa Eugenia. La barriada cuenta con dos sedes electorales: El colegio Ciudad de Valencia y el Blas de Otero, y a ambos les une su confianza tradicional en el PSOE. Antes de las elecciones municipales de mayo los electores sólo votaban en la segunda de las escuelas. «Era un caos», señalaba una vecina. Sólo en el colegio Ciudad de Valencia, a doscientos metros del apeadero del tren, las explosiones arrebataron de un zarpazo a ocho padres de alumnos. Uno de ellos se quedó huérfano, su padre y su madre perdieron la vida en el tren de la muerte de Santa Eugenia. A mediodía de ayer los ciudadanos hacían cola para votar en las seis mesas electorales del colegio. Las cámaras de televisión y las radios revolucionaban a los más pequeños. Algunos de ellos, los más avispados, ya saben a su corta edad lo que es el terrorismo. En el vestíbulo del Colegio uno de los tres apoderados del PP afirmaba que, salvo algún comentario, todo se estaba desarrollando con normalidad en este colegio electoral y destacaba el alto índice de participación. «Estamos abatidos, muy tristes, pero nuestro deber es votar» PEDRO Vecino del Pozo «Los terroristas no nos van a hacer cambiar el voto porque eso supondría darles la razón» CARMEN Vecina de la calle Téllez «El argumento es que hay que acudir masivamente a las urnas» AGUSTINA Vecina del Pozo