Diario de León
Publicado por
R. Martín / D. Beriain - redacción
León

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«Estamos como en tiempos de Perote». Esta confesión, hecha a este periódico por un miembro del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), expone a las claras cuál es la situación que se vive actualmente en el espionaje español: desconfianza en los mandos, filtración constante de documentos y la sensación de que, en el lavado de manos que es la comisión del 11-M, mucha gente se está secando con el trapo del CNI. «Esto destruye años de trabajo, de conseguir fuentes», comentaba un agente a Diario de León. La comisión del 11-M, sin embargo, no está sino agravando un daño ya hecho. Jorge Dezcallar, el primer director civil que tuvo el centro, confirmaba ayer en el Congreso que el CNI estuvo «fuera de juego». Pese a no tener, por tanto, elementos de juicio para emitir análisis, los agentes del CNI, según publicó Diario de León, fueron forzados a decir a sus homólogos de otros países europeos que la tesis principal de trabajo era ETA. Y se mantuvieron en esa posición hasta el 13-M, cuando la situación era ya insostenible. Sólo entonces, y en llamadas de carácter privado, los agentes admitieron a sus colegas europeos la verdad. A aquellas horas, Dezcallar emitía un comunicado insistiendo todavía en la tesis etarra. La cosa no acabó allí. El 18 de marzo el Gobierno ya en funciones de Aznar desclasificaba algunos de los documentos del CNI para demostrar que no había mentido. La ruptura de un código Rompía así un código sagrado para los servicios de inteligencia por el que sus informes, acertados o no, sirven para tomar decisiones, pero nunca son sometidos al escrutinio público. Además, los documentos desclasificados dejaban en muy mal lugar al centro, no ya porque apoyasen la tesis de ETA, sino porque su superficialidad, falta de datos concretos y simpleza en el análisis cuestionaban la propia utilidad de los servicios de inteligencia. Tampoco el nuevo Gobierno ha contribuido a calmar las cosas. El nombramiento de Alberto Ruiz al frente del centro no sentó bien entre los agentes porque ni era un militar, ni un diplomático, ni un hombre de consenso entre los partidos. Su única credencial era la de haber sido un hombre de máxima confianza de Bono en Castilla-La Mancha. Y llegó la comisión, y pese a los intentos de restringir el acceso a los documentos, la información siguió filtrándose hasta salir a la luz un asunto tan delicado para el CNI como el seguimiento de Arnaldo Otegi. «Arreglar esto va a costar mucho tiempo», aseguraba un agente. Bono, que a través de Ruiz se propone pilotar y controlar la reconstrucción del CNI, está decidido a apelar al orgullo y la condición militar de muchos de los miembros del centro para afrontar los cambios que hagan falta.

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