Ningún «enemigo» está a salvo

La guerra de Irak no fue la única causa de los atentados del 11-M en Madrid. Así lo prueba que sólo algo más de siete meses después se haya desarticulado otra célula de Al Qaida dispuesta a cometer una matanza aún mayor. Es cierto que el apoyo a Bush jugó un papel relevante en la elección de la capital como escenario de la matanza y que los terroristas querían provocar la retirada de los soldados españoles de aquel país, golpeando al Gobierno de Aznar, aliado incondicional de EE.UU. Pero, una vez que ya no quedan militares españoles en Irak, la amenaza no ha desaparecido. Entre otras cosas, porque también existía antes del 11 de marzo. Lo que hizo el respaldo a la guerra fue aumentar dramaticamente la posibilidad de que se atentara en nuestro país. Hay hechos que indican que esto es así. En un vídeo en el que reivindicaba la autoría de los atentados, el autodenominado «portavoz militar de Al Qaida en Europa» afirmaba que habían sido una respuesta «a los crímenes que habéis causado en el mundo y en concreto en Irak y Afganistán». Dicho esto, mantener que nuestro país habría quedado a resguardo de sufrir un atentado si no hubiera apoyado la guerra es muy arriesgado. Los terroris-tas islamistas tienen en su punto de mira no sólo a EE.UU., Israel, el Reino Unido y otros aliados que como Australia o Italia, apoyan la ocupación de Irak, sino a todos los paí-ses occidentales, a los que consideran «enemigos» e «infieles». Bin Laden y sus secuaces lo han dejado claro en muchos de sus siniestros mensajes amenazadores. Blanco potencial En España concurrían -y concurren- circunstancias que la convierten en blanco potencial. Desde el año 2000 han sido capturados en nuestro país 126 militantes islamistas y desarticuladas diferentes células en sucesivas fases de la Operación Dátil, dirigida por el juez Garzón. En noviembre del 2001 fue detenido Abu Dahdah, considerado el representante de Bin Laden en España. Entra dentro de la lógica que los terroristas islamistas tengan deseos de venganza por la represión policial y judicial a la que se han visto sometidos. El hecho de que el objetivo de los capturados fuera la Audiencia Nacional es significativo. Además, las células durmientes están instaladas en España desde hace tiempo, lo que hace más factible la comisión de atentados terroristas.