Diario de León

ALCALÁ DE HENARES EL POZO SANTA EUGENIA CALLE TÉLLEZ

Todavía se encoge el alma Reguero de flores y llanto en las vías «Jamás os olvidaremos» Velas para los que ya no están

Vecinos de la calle Téllez recordaron a los fallecidos

Vecinos de la calle Téllez recordaron a los fallecidos

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Nadie habla en el sexto vagón del tren de las 7 horas que recorre la línea C-2 Alcalá de Henares-Atocha-Chamartín. En ese mismo compartimento, a las 7 horas 37 minutos y 47 segundos del 11 de marzo de 2004, estalló la primera bomba. No se ven trajes ni corbatas; hay sobre todo jóvenes, estudiantes, trabajadores y abundan los inmigrantes. La fuerza de la costumbre ha hecho que nadie repare en las numerosas mochilas y bolsas que llevan los viajeros. Diez similares sembraron el caos hace 365 días. A las 6.15 de la mañana hace frío en Alcalá. Es todavía de noche, pero en los bares La Estación y La Oficina, aledaños al apeadero, se apelotonan los madrugadores para desayunar. Llega la mujer del pan y después el repartidor de la bollería. A las 6:30, el vestíbulo de la estación está animado por el ir y venir de pasajeros. Hace un año, el fatídico tren salió a las 7.01 horas y llegó a Atocha a las 7.37. Ahora, según explica un operario de Renfe, se ha modificado el horario y arranca a las 7.08. 7.37 horas: los focos de la locomotora iluminaron la cara de Carlos y de su esposa. Abrazados para sostenerse en pie, con el rostro roto y lleno de lágrimas, miraban sin pestañear cómo ayer entraba en el andén 1 de la estación de El Pozo el cercanías que une Alcalá de Henares con Atocha. Su mente, atormentada por el doloroso recuerdo, rememoraba el último minuto de vida de Héctor, su yerno y amigo. Hace exactamente un año, Héctor, un albañil chileno de 33 años, subió a los vagones traseros del tren, a la misma hora, y murió junto a 71 pasajeros más, sin tiempo siquiera para advertir que el convoy había comenzado la marcha y abandonaba la estación de la barriada obrera madrileña. Las bombas de los terroristas segaron también a esa hora la vida de Ángel Pardillos, el marido de Juana, la mujer menuda que, apoyada en una amiga, miraba, muy cerca de Carlos, la llegada del tren, con un ramo de flores en la mano, del que asomaba un recordatorio con la foto de su esposo. Dori llegó a la estación aferrada a la foto de una joven de 19 años. La mujer sólo quería esperar la llegada de las 7.37 horas en el mismo andén donde hace un año aguardaba su hija Angélica la llegada de un tren que entró en el apeadero cargado de bombas. Se derrumbó en un banco antes de la hora. Otros viajeros corrieron a ayudarla, pero al verla llorar sobre la rosa roja que apretaba contra su regazo comprendieron y la dejaron en paz con su dolor. Salvo Enrique, que se acercó y le cogió la mano sin romper el silencio de sus lágrimas. Él se subió al tren que reventó en Atocha, pero sobrevivió. En la barriada madrileña de Santa Eugenia nadie se levantó ayer con humor para homenajes y recuerdos. Pero era un empeño imposible. «Aunque ha pasado un año, jamás os olvidaremos», reza en la puerta un rudimentario cartel, escrito a mano por un viajero anónimo. El taquillero, autoridad del apeadero, es el único que puede dar una explicación, pero no hay manera. En la calle Téllez murieron 57 personas. Al borde de la vía de esta estación también se congregaron decenas de personas. El silencio sólo lo rompía el tránsito de trenes que entraban y salían de la cercana Estación de Atocha. La ministra de Sanidad, Elena Salgado, y la tercera teniente de alcalde y concejala de Empleo y Servicios a la Ciudadanía de Madrid, Ana Botella, guardaron a las 7.39 horas de ayer cinco minutos de riguroso y emotivo silencio en la calle de Téllez. El acto tuvo lugar al borde de la vía. donde hace exactamente un año un tren de la línea C-7 procedente de Alcalá de Henares y con destino a Chamartín sufrió cuatro explosiones. Desde las siete de la mañana, numerosos vecinos, víctimas y familiares de éstas depositaban visiblemente emocionados ramos de flores y velas en el muro que separa las vías del tren y la calle de Téllez «en recuerdo a los que ya no están».

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