Diario de León

Cuando el hambre es más fuerte que la tecnología y las alambradas

Publicado por
Julio Á. Fariñas - redacción
León

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Se salvaron 79, perecieron 12, como siempre, los más débiles: mujeres y niños. Todos eran subsaharianos. Si nos atenemos a las cifras puras y duras, no llegan al 14% los que fracasaron en el intento. El resto volverán a intentarlo una y mil veces. No hacerlo sería resignarse a morir de hambre y sed allá por Nigeria, Mali, Camerún... Intentarlo merece la pena, al menos eso es lo que ellos creen y no es una cuestión de fe, sino de esperanza. Veamos. Según fuentes expertas -encargadas de elaborar informes para manejo político- para iniciar la aventura del Estrecho, basta con reunir mil euros y poner-se en manos de un guía que se encarga de gestionar pasaportes falsos, comprar voluntades en las fronteras, buscar alojamientos y resolver otras cuestiones de logística hasta llegar a Marruecos. Allí es donde se produce el gran tapón, pero una treintena de organizaciones perfectamente estructuradas se encargan de ocultarlos hasta que llega la hora de cruzar el charco. Dar este último paso supone pagar otros 1.500 euros, que dan derecho a varios intentos. Para conseguir ese dinero los aspirantes a entrar en el reino de la felicidad -Europa- tienen tres vías posibles: La primera, contactar telefónicamente con algún pariente que haya llegado antes a la meta y esté trabajando en Europa para que le haga llegar el dinero. La segunda, restringida a mujeres jóvenes y de buen ver, pasa por dar con un sponsor que les adelante el capital a cambio de trabajar para él en algún burdel al otro lado del Estrecho. Para los que no pueden recurrir a ninguna de las soluciones anteriores les queda vagabundear por Marruecos viviendo de la mendicidad -nunca falta un vaso de té o un jergón para dormir-, aceptar trabajar de guía para las mafias que hacen la ruta africana, o prestarse a pasar el estrecho con un fardo de hachís como equipaje. Ls mismas fuentes cifran en 1.500 el número estimado de personas que cada mes intentan la aventura, en patera, la caja de algún camión o saltando la valla. Una mera operación matemática permite concluir que el negocio mueve unos 4 millones de euros al mes y permite sortear los radares, vallas y patrulleras de la Guardia Civil que se crucen en su camino.

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