Diario de León

| Crónica | El papel de los islamistas |

Aguas revueltas

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Daniel Douro - ?abat
León

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Marruecos atraviesa un mal momento. La imagen exterior del país se deteriora con motivo de la huelga de hambre de 37 presos saharauis, ante la que Rabat ha optado por una postura de firmeza frente a las presiones para su liberación. En economía, las previsiones de crecimiento para este año han sido revisadas de nuevo a la baja hasta un escaso 1% (el FMI estima que Marruecos debería aumentar su PIB entre un 6% y un 7% para combatir sus graves problemas sociales), tras una pésima campaña agrícola, y el alto precio del petróleo, junto a la caída de las exportaciones textiles tras la «invasión china», no cesan de disparar el déficit comercial del país. Con este panorama, el aire de renovación que generó la llegada del «Monarca de los pobres» Mohamed VI tras la muerte de su padre Hassan II, en 1999, está ahora viciado y, en el acartonado panorama político marroquí (formado por un Rey que reina y gobierna, y unos partidos políticos tradicionales desacreditados), quien mueve pieza son los islamistas. «Son los únicos que saben canalizar masivamente el descontento y las frustraciones de la población», explica el periodista Paco Soto, antiguo corresponsal en el reino alauí, en su libro El islamismo político en Marruecos . «A los ojos de buena parte de la población, los islamistas representan una ruptura con 40 años de autocracia, corrupción e ideologías que no han resuelto los problemas del país», añade. Las elecciones A todavía dos años de su celebración, el islamista Partido Justicia y Desarrollo (PJD) ya piensa en las próximas elecciones legislativas. Moderado y pragmático, el PJD ha sabido abrirse un hueco en el panorama político marroquí, hasta convertirse en la tercera fuerza política del país en las pasadas legislativas, en el 2002. Y eso que el partido que actualmente preside el carismático Saad Eddine el Othmani no se presentó en 35 de las 91 circunscripciones electorales. Un año después, en los comicios municipales, sólo lo hizo en el 18% de las circunscripciones, y aún así se llevó ayuntamientos tan importantes como Mekinez o Kenitra. Varios analistas consideran que un PJD sin cortapisas ganaría las elecciones de 2007. Consciente de que la palabra «islamista» levanta ronchas al otro lado del Estrecho, una delegación del partido liderada por su presidente visitó hace unos meses varios países, entre ellos España, donde se reunió con la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, o la asociación de víctimas de los atentados del 11 de marzo, entre otros. «Está dando una imagen de partido responsable. Da señales al Poder de que juega el juego», explica Bernabé López García, catedrático de Historia de Islam Contemporáneo en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). «Su discurso nunca ha sido radical y lo realizan unas elites menos contaminadas por los escándalos de corrupción o la cercanía al Poder. Atrae a una clase media urbana con pocos recursos y recoge también un voto contestatario, pero no es un partido de desheredados», añade Laura Feliú, profesora de Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). La pelota está en el tejado del Palacio Real. ¿Aceptaría Mohamed VI un Gobierno islamista? Los movimientos parecen ir en esa dirección. Además de controlar el Ejecutivo, el monarca alauí tendrá a partir de este otoño un nuevo as en la manga: una Ley de Partidos, que prohibirá las agrupaciones «islamistas».

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