«Él, que era fuerte, parecía un anciano de noventa años»

El militar José Antonio Ginzo fue una de las víctimas del 11-M. Iba en el tren de cercanías que hacía el trayecto Alcalá-Madrid y cuando estalló la bomba en la estación de Santa Eugenia se encontraba en la parte trasera del vagón. Eso le salvó la vida porque los cuerpos que lanzó la honda expansiva hacia atrás lo protegieron. Quedó conmocionado un momento pero recuperó el conocimiento, apartó los cadáveres y salió al exterior. Lo primero que hizo fue llamar por el móvil a su mujer María, para decirle que estaba vivo. Pero la alegría duró poco. Estos días la psicosis de aquellas imágenes no lo dejan dormir. Cuenta con el apoyo de María y sus dos hijos mayores de edad, pero es incapaz de hablar con el periodista, lo hace su mujer. A José Antonio, que acaba de cumplir los 50 años, brigada de la Armada destinado en Madrid, la explosión le reventó los oídos. Fue operado pero le queda una importante disminución auditiva. Ahora sufre acúfenos, ruidos que pueden trastornar a una persona. Apenas duerme muchas noches y todavía pa-dece vértigos que en los pri-meros momentos le impedían moverse de casa. «Él, que era fuerte, parecía un anciano de 90 años», dice María. En el tren, oía gritos y quiso ayudar a otros heridos. Moviéndose como un zombi, quiso levantar a uno y era un trozo de brazo, veía a otro sin un ojo. Hasta que llegó un policía y se lo llevó del lugar. Es probable que nunca pueda volver a su trabajo.