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El ferrocaril recorre más de 880 kilómetros entre las estaciones de La Coruña y Hendaya

Los usuarios del tren Diurno demandan mejoras en la equipación de los vagones

La antigüedad de los asientos, los accesos y la comodidad centran las reclamaciones Regreso al lugar de

A su paso por Villada los restos del accidente pintan el paisaje

Publicado por
Manolo Rodríguez - enviado especial | irún
León

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Amanece gris en La Coruña. En la estación de San Cristóbal dos vigilantes de seguridad controlan a los pasajeros del tren Diurno que va a Hendaya. Faltan unos minutos para las ocho de la mañana. Los escasos pasajeros se diluyen en los cuatro vagones: dos mochileras, tres monjas, unos abuelos con su nieta... La locomotora modelo 333 arranca sus 117 toneladas de peso. En el coche 51, la mitad dedicado al bar, dos mujeres charlan animadamente, y eso que acaban de conocerse. En unos minutos lo dicen casi todo sobre el tren: «Estos asientos son de los años sesenta». -«Para mí lo peor son esas escaleras tan altas que me cuesta mucho subirlas». -«De todos modos a mi me gusta más el tren que el autobús, el tren es más seguro, aunque el otro día pasó eso; yo no soy de Fomento pero me parece que podrían ha-cerlo mejor». -«Si tuviera coches mejores que estos seguro que venía más gente». Los vagones están desiertos, con 11 pasajeros en el que más, y 35 en total. A las 9, decenas de pasajeros con macutos se suben en Santiago. La mayoría son peregrinos que vuelven a sus lugares de origen. Una hora más tarde un sonoro móvil despierta a los que ya se habían adormilado, mientras el maquinista hace silbar la máquina para saludar a un ciclista, colega de profesión. El estado de abandono de la estación de Borobás es llamativo, con la maleza subiendo por encima de lo que fueron las dependencias de Renfe, mientras que a partir de O Carballiño el paisaje verde se transforma en negro: el fuego estuvo aquí. En Ourense se unen los trenes de Vigo y A Coruña; en la estación un ourensano explica que el motivo de que el lugar se llame Ourense Empalme es precisamente porque empalman los trenes. Las tareas van con calma y, cuando un técnico con bata gris y corbata mueve sus ma-nos enguantadas sobre su cabeza para avisar al maquinista que puede salir el retraso es de veinte minutos. La espera permite ver la vejez de uno de los oxidados vagones, que no logra tapar la pintura. Los espacios entre vagones «son igual que hace treinta años, aunque los coches los han mejorado», dice uno de los usuarios. Otro recuerda sus viajes de hace 52 años cuando «hasta llevaban vacas en el tren; pero ahora tampoco ha mejorado mucho». De Ourense a Monforte está uno de los tramos más espectaculares de este trayecto, con el tren navegando en ocasiones a la altura del Sil y otras veces culebreando por la ladera de la montaña, a la altura de las copas de los árboles más altos. ¿Y por aquí va pasar el AVE? En Monforte nueva parada y cambio de sentido del tren, al pasar la máquina de la cabeza a lo que era la cola. Es llamativo, y de agradecer, la disponibilidad con la que todo el personal del tren atiende cada petición de los viajeros. A la una y media de la tarde, llegada al Barco de Valdeorras; en tiempo, se acerca la mitad del recorrido de A Coruña a Hendaya, algo más de doce horas, pero este Tren Diurno de Material Convencional, que según el personal de Renfe es su nombre correcto, todavía no ha salido de Galicia. El recorrido de Vigo a Hendaya son 880 kilómetros, explica el interventor. «Hace 50 años llevaban vacas en el tren, pero ahora tampoco ha mejorado mucho» USUARIO DEL TREN