Diario de León

Cunde la depresión en las filas populares pero nadie ve una alternativa posible al actual presidente

Los líderes del PP reprochan a Rajoyque les culpe de la derrotaelectoral

Los pesos pesados señalan que «las elecciones de cargos se hacen por votos, no por afinidades»

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Magis Iglesias - madrid
León

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Ni la abrupta renovación, ni el reparto de cargos entre sus amigos ni la bisoñez del nuevo equipo de dirección en el grupo parlamentario, nada enfadó tanto a los dirigentes del PP como el análisis postelectoral de su líder, que se eximió de toda responsabilidad en la derrota y se comportó de puertas a dentro como si hubiera ganado. «Si el diagnóstico es equivocado», piensan egregios políticos populares, «¿cómo va a acertar en el tratamiento?». Este pensamiento tan pesimista se propagó como la pólvora en las filas del partido opositor a lo largo de la semana y, aderezado con errores de bulto en la política de nombramientos, situó al PP ante una crisis interna de tal gravedad que los más antiguos la comparan con la de 1988, cuando Manuel Fraga lideró la refundación de Alianza Popular. Sin embargo, nadie ve una alternativa posible al actual presidente ni considera viable una candidatura alternativa a la oficial en el próximo congreso. Mariano Rajoy preparó personalmente su trascendental discurso ante la Junta Directiva Nacional (JDN) del pasado lunes, a pesar de que le aconsejaron que buscara una pluma brillante para la ocasión. Pero el presidente del PP desoyó tales voces y dejó que fluyera su estado de ánimo en una intervención que alarmó a muchos por su falta de potencia. «Mariano está deprimido y enfadado, eso se reflejó en el discurso y nos dejó a todos sumidos en la misma depresión», asegura uno de los asistentes a la reunión. El líder del PP se lanzó al vacío con un balance de las elecciones que arrojó a la cara de los cuatro centenares de directivos para decirles que no se siente responsable del fracaso electoral, que hay que trabajar más para ganar en la próxima ocasión y que a partir de ahora conformará su propio equipo. Los presentes entendieron: si él no tiene la culpa de la derrota es que la tenemos nosotros; si ahora hay que trabajar es que estos cuatro años hemos sesteando y si se propone hacer su equipo para el futuro es que los que integramos el actual estamos de sobra. Los más maliciosos ya habían empezado a revolverse en sus asientos en la reunión previa del comité ejecutivo nacional cuando, tras la jornada electoral, Rajoy les dijo que se quedaba al frente del partido, pero les echó una disimulada bronca por los malos tragos que le hicieron pasar a lo largo de la legislatura. Las veladas pero insistentes alusiones a la tropa abundaban esta tesis, que se vería confirmada después en una declaración palmaria ante la JDN. Si creyera que he sido el obstáculo para el triunfo no seguiría como líder del partido, les dijo. Después, el malestar se incrementó al comprobar que Rajoy quería llevar en solitario y con un estilo personalista una profunda renovación en el grupo parlamentario, como si hubiera ganado las elecciones. Situó al frente de los diputados a su joven asesora, Soraya Sáenz de Santamaría, y le dejó manos libres para formar un equipo directivo de entre sus amigos. Los fichajes El enfado aumentó aún más cuando ignoró a sus fichajes más recientes, Manuel Pizarro y Juan Costa, a los que convenció para que le acompañaran en las elecciones a costa de la pérdida de sus respectivas y lucrativas actividades profesionales, y después dejó en la cuneta. Además, las organizaciones con más votos en las elecciones (Madrid, Murcia, Comunidad Valenciana, La Rioja) se quedaron fuera del primer reparto de cargos, y premió a los que obtuvieron los peores resultados (Cataluña, Galicia y País Vasco) por ser amigos del jefe. Se desataron las tensiones. El sector liderado por Esperanza Aguirre le criticó sin tapujos y entre los dos políticos surgieron algo más que chispas. La joven generación de cuarenta años que esperaba asumir el relevo del 'aznarismo' se sintió frustrada al verse superada por la llegada de los inexpertos treintañeros. Mientras, los dirigentes más veteranos y de mayor peso político dieron un paso atrás para distanciarse de una operación de alto riesgo cuyos resultados consideran destinados al fracaso o, en el mejor de los casos, creen inciertos. «En política, los nombramientos se hacen por trienios o por votos, pero no por afinidades personales», argumentan quienes consideran a los nuevos directivos de escasa solvencia política. No pocos integrantes de la vieja guardia, de la generación de Rajoy, se despachan estos días en los cenáculos y mentideros de la villa con análisis inquietantes sobre la situación. Coinciden en que el líder del PP no se siente perdedor de las elecciones y por eso se ha lanzado a un proyecto personalista sin contar con nadie más que sus allegados. De hecho, Eduardo Zaplana ya hace tiempo que tiró la toalla y Ángel Acebes dio un paso atrás para concentrarse en labores internas de organización del congreso. Además, Rajoy no ha consultado con ninguno de los antiguos pesos pesados de la organización: Aznar, Rato, Mayor Oreja, Aguirre o Gallardón. Más de un dirigente asegura haber visto informes de su partido donde se atribuye la victoria del PSOE en las elecciones al atentado contra el exconcejal Isaías Carrasco.

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