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La victoria en la derrota

Nick Nolte está espléndido en la película de Neil Jordan

Nick Nolte está espléndido en la película de Neil Jordan

Publicado por
Eduardo Galán
León

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Cuando el rostro de Nick Nolte llena la pantalla, sus arrugas hablan por él: son una alegoría evidente. Pero si además, Neil Jordan le reescribe la parábola del buen ladrón para que se la regale, en una iglesia, al policía amigo, entonces el momento pasa a las antologías: «Mi madre me contó esa historia y me conmovió la idea de que hubiera sitio en el cielo para un ladrón». El buen ladrón es un montaje a Bob le fambeur, una película de Jean-Pierre Melville que Jordan admira, pero no hace falta decir que el director irlandés ha hecho algo completamente distinto. Como en Juego de lágrimas o en Mona Lisa, estamos ante otra atípica historia de amor y de amistad entre parias. El de Nolte es un lujo de personaje a la altura de su actor: un impoisble superviviente de la Generación Perdida enamorado de una joven prostituta. El la llama «niña bosnia» y ella a él «hombre de la edad de piedra». Los dos se reconocen y aman en la distancia. La chica sabe ver que al jugador acostumbrado a perder no le interesa el dinero y sólo «quiere lo que no se puede comprar». O sea la belleza: la justa venganza contra unos banqueros japoneses que esconden un Modigliani en una cámara acorazada. La chica, «que no puede decir te quiero», está interpretada por la desconocida Nutsa Kukhianidze, en un magistral revoltijo de dureza y fragilidad: «Todos quieren un trozo de mí», dice mientras exhala el humo, gastando su alma. Sólo un pero. La resolución final, con el triunfo de los ladrones, empaña una película que se había constituido en un pequeño catecismo de la victoria en la derrota.

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