Diario de León
Un fotografma de la película franco-danesa «El niño que quería ser un oso»

Un fotografma de la película franco-danesa «El niño que quería ser un oso»

Publicado por
Rosa R. Porto
León

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Después de varias tentativas de estreno y algunos meses de espera hemos podido disfrutar, por fin, de El niño que quería ser un oso , una de las películas de animación más premiadas de los últimos años. No es difícil entender por qué esta humilde coproducción europea -en cuanto a maquinaria propagandística se refiere- ha cautivado a la crítica, a los educadores y, por supuesto, a los propios niños. Se trata de una obra a contracorriente, alejada tanto de la estética Disney --mposible compararla con Hermano Oso- como de las propuestas digitalizadas de los estudios de vanguardia. Y es que hay algo sobrecogedor en la historia de Jannik Hastrup: tiene la fuerza de los cuentos tradicionales, es dura y tierna a la vez porque nos habla de esos sentimientos viscerales que unen a padres e hijos, a cachorros y animales adultos. Esta leyenda esquimal, capaz de derretir el hielo de los corazones más endurecidos, sorprende desde el primer momento. Acostumbrados a las fórmulas visuales que nos ofrecen las últimas tecnologías, la desnudez de esta puesta en escena ártica, de una blancura sólo manchada por unas pinceladas de acuarela y por los trazos gruesos que dibujan a los personajes, parece casi desafiante. Pero bajo este aspecto naif se esconde el duro trabajo de unos animadores capaces de combinar las posibilidades del 3D con el lirismo de un estilo más cercano a la ilustración de cuentos que a la animación habitual. Sin duda, El niño que quería ser un oso es la «película familiar» -odioso término, pero no hay otro- de estas Navidades. La verdad es que siento envidia de los padres que van a poder compartirla con sus niños. EL NIÑO QUE QUERÍA SER UN OSO. Dinamarca-Francia. 2002. Animación. Director: Jannik Hastrup. 75 minutos.

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