Diario de León

RCASCALLANA ROSADO

Como manda la tradición

Un rosado como Dios manda, es decir, el clarete que se hizo y bebió toda la vida en Los Oteros. El ‘RCascallana’, resultado de una elaboración tradicional, no es —y no pretende serlo— nada más que eso. Ni nada me- nos. En la sencillez está la virtud. Y también el sabor.

Publicado por
RAFAEL BLANCO
León

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Casi ocho hectáreas de viñedo propio —seis de ellas de Prieto Picudo y dos de Albarín—, en su mayoría de reciente plantación en el entorno geográfico más próximo, son la base de elaboración de Bodegas Cascallana, que por volumen de producción necesita proveerse de uva de la mejor calidad. El suyo es prácticamente el único viñedo que hay en Cubillas de los Oteros y sólo allí, en las viejas y nuevas instalaciones de la sociedad, queda testimonio de una tradición vitivinícola que en este caso se mantiene por cariño y por legado familiar, aunque como complemento de otra actividad no menos importante que los nietos de Lucio, fundador de la bodega en el año 1949 —así lo acredita la inscripción sobre la fachada del número 29 de esa calle—, heredaron de Cayo, su padre, que fue quien realmente ordenó la labor de la casa en relación con el vino y sobre todo con los orujos.

No hay secretos en la elaboración de este rosado y aunque en una parte de él, en un depósito en concreto, se aplica la técnica tradicional del madreo, lo cierto es que luego no se hace esa distinción en la comercialización. La mejor uva posible, despalillado, una maceración controlada y no prolongada, aunque eso depende de la uva y de la intensidad de color que se pretenda y, eso sí, mucha cautela en la preservación de los aromas naturales. «Nuestro objetivo es hacer un clarete como el de antes, el de toda la vida; un vino tradicional de la zona que respete las muchas cualidades y la singularidad del Prieto Picudo», defiende Roberto Cascallana con la aprobación de su hermana Teresa.

En esas nuevas instalaciones que la bodega-destilería acaba de inaugurar hay un trajín continuo de personas que se intensifica los fines de semana. Y no sólo para aprovisionarse de vino, sino también del aguardiente que se extrae de los orujos que se recogen en las otras bodegas de la comarca. Lo hay blanco y de hierbas. Y licores de café, chocolate y miel. Nadie que va a comprar ya sea aguardiente, en muchos casos de manera abundante, o ya sea vino, marcha sir ser invitado a un chupito de licor o a un vaso de rosado, lo que convierten el final de la calle La Amargura en punto de encuentro, de conversación al sol y, por supuesto, de celebración…

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