la olvidada cabrera

Cuando te dicen de repente que recomiendes un lugar para que otras personas puedan conocerlo, te vienen a la cabeza montones de sitios que has recorrido a lo largo de los años. Por suerte guardo buenos recuerdos de muchísimos lugares. Pero hay que descartar. No vas a hacerte la exclusiva recordando el encanto de un pueblecito sueco o lo agradable que es pasear por Aveiro. Ni tan siquiera vale acordarse de Lugo o de Gijón, pues son demasiado conocidos y creo que el encanto de esta recomendación es que nos descubra lugares que están ahí, tan cerca y tan lejos al mismo tiempo, porque nos apetece más irnos a cientos o miles de kilómetros que conocer nuestra provincia, más grande que muchos países y tan rica y variada que hay para todos los gustos.

Por eso empecé a repasar pueblos y comarcas leonesas y su variedad me hizo difícil la decisión. Pero al final lo tuve claro, pues si bien León es «la bella desconocida» en un eslogan de los años sesenta, no cabe duda de que ese desconocimiento entre propios y extraños tiene su índice más elevado en la Cabrera. A pesar de Ramón Carnicer, de Concha Casado y hasta del relojero Losada, lo cierto es que la Cabrera es desconocida para los españoles, pero también entre los leoneses, lo que es imperdonable.

Por eso propongo perderse por cualquier pueblo cabreirés, pero si debo elegir también lo tengo claro. Mis preferidos son Villar del Monte, donde el buen hacer de sus vecinos y de algún forastero han impedido no sólo que se arruine el patrimonio del pueblo, sino también promocionarlo con museos (el del Encaje es filial del existente en Tordesillas, gracias a su creadora Natividad Villoldo) y mantienen sus peculiares construcciones como la actual casa del inglés que tiene una chimenea en pagoda que es única. Pero también sorprende al visitante por sus numerosos pajares; su casa cabreiresa con lar en el piso de arriba, escasos muebles y utensilios en una cocina ennegrecida por el humo y sus hornos y chimeneas. Pero además de un entorno precioso, lo que más destaca es la hospitalidad de sus gentes, que se acercan al viajero y le ofrecen todo lo que tienen.

También Iruela, el pueblo del célebre relojero de la Puerta del Sol, es una localidad en la que te puedes hacer una idea de lo que fueron esas pequeñas localidades hace apenas un siglo. Iruela no está tan bien conservado como Villar, pero es otra localidad amable para quien quiere conocerla. Sus construcciones en piedra negra, con tejados de pizarra, se mantienen en pie orgullosas de sus galerías y corredores de oscura madera, desde los que se contempla el tranquilo paisaje.

Y mi tercer lugar preferido es Sotillo de Cabrera, otra localidad bien cuidada, sin construcciones modernas que arruinen el entorno, simplemente se ha restaurado lo antiguo y tienen a gala haber recuperado sitios importantes de la localidad, como el lavadero, el horno y la fragua, así como unas privilegiadas vistas desde su soleada altura.

Quien esté dispuesto a conocer una zona olvidada de León puede disfrutar de su tranquilidad. Allí no hay prisas, ni contaminación, tampoco la sociedad de consumo ha llegado a esta comarca, así que puede tener que recorrer varios kilómetros para encontrar un lugar donde comer o alojarse. Pero eso sí, cuando lo encuentre seguro que no lo olvidará, por la calidad de sus productos, en una gastronomía tradicional que sorprende por su naturalidad, sin artificios, como son las gentes cabreiresas: sencillas, trabajadoras y amantes de su tierra.