Diario de León

los trece pozos de colinas

Son trece, dibujan una línea de 1.090 metros sobre la Hoja de Camposagrado (Carrocera) y están envueltos en una aureola de leyenda como hábiles escondites de las huestes de Pelayo. En realidad, parece que los enigmáticos Pozos de Colinas son enterramientos megalíticos ya sin dolmen por los saqueos. La magia se aprecia con asomarse a sus ‘bocas’

Detalles de Colinas y Miranda en Benllera. El palacio de Benllera posee varios escudos. En éste, arriba, se ve un león y 13 anillos que simbolizan los pozos de Colinas; cinco doncellas sobre veneras, enmarcadas por dos serpientes, que son las armas de Mir

Detalles de Colinas y Miranda en Benllera. El palacio de Benllera posee varios escudos. En éste, arriba, se ve un león y 13 anillos que simbolizan los pozos de Colinas; cinco doncellas sobre veneras, enmarcadas por dos serpientes, que son las armas de Mir

León

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Al parecer, nuestros antepasados los Druidas poseían un extenso conocimiento de la astronomía y las corrientes telúricas de la Tierra. Para beneficiarse de su energía, sobre esos campos magnéticos dibujaban círculos con piedras, erigían dólmenes y menhires. Quizás, el curioso alineamiento de mil metros que puede verse todavía en la Hoja de Camposagrado, entre los kilómetros 23 y 24 de la carretera CL-623 (León-Villablino, por La Magdalena), responde a esa ‘arquitectura’. El lugar elegido es una terraza de origen miocénico que separa los cursos de los ríos Luna y Bernesga, donde se perforaron trece agujeros de tres metros de profundidad y 25 metros de boca que puntean una línea casi perfecta desde el cordel de las Merinas al barranco del Cillerón . Desde la altiplanicie se avista el primer escalón de la Cordillera Cantábrica, que se muestra como una alargada muralla donde más de 20 picos se suceden entre Peña Miezca, Olleros de Alba, Peña Ubiña y Peña Portill. En los días claros, también se vislumbra El Teleno, el mítico monte de los astures refugio del dios Lug. Los curiosos hoyos, languidecen bajo la maleza y han generado ríos de tinta sobre su posible origen. La leyenda popular habla de una gran batalla entre los cristianos de don Pelayo y los musulmanes de Almanzor, en los primeros años de la Reconquista, cuando se pretendía reprimir la expansión del recién nacido reino asturleonés. El relato no tiene en cuenta que dos siglos separaron las vidas de ambos caudillos (Pelayo murió en el 737 y Almanzor en el 1002), lo cual es asumible porque en la idea popular Almanzor fue el «rey moro» que intervino en todas las batallas. La leyenda es recogida en 1653 por el canónigo de la Catedral de León y miembro de la Casa de Benllera, Antonio Fernández Álvarez y Miranda, en su obra Antigüedad de la milagrosa imagen de Nuestra Señora de Camposagrado de las montañas de León , quien, a su vez, asegura haberla leído en una obra del irlandés Got Villa, cronista del rey asturiano Ramiro I. El escrito indica que el apóstol Santiago, apoyado por la Virgen, reveló a Pelayo la clave para la victoria: tendría que hacerse ver en los llanos de Camposagrado y, después, retroceder, como si hubiera decidido retirarse sin presentar batalla, pero dejando atrás a un grupo selecto de su ejército para sorprender al enemigo entre dos frentes. Y así lo hizo Pelayo, ordenando a un capitán llamado Colinas que se mantuviese en retaguardia. Durante la noche, el oficial aplicó su propia iniciativa y cavó trece grandes hoyos, en cada uno de los cuales introdujo a cincuenta de sus hombres. Al amanecer, los moros creyeron que los cristianos habían huido, por lo que avanzaron y cayeron en la trampa. Hubo miles de muertos. En su recuerdo el lugar pasó a denominarse Camposagrado. Don Pelayo felicitó al capitán Colinas, pronunciando la famosa frase: «Tú sin nos los has vencido y éste será tu apellido», la cual orla el escudo de armas junto con trece círculos en alusión a los pozos. Idéntica divisa muestra también la Casa de Tusinos (Tú-sin-nos), cuyo solar se halla en el valle de Cuevas, cercano a Carrocera. La hipótesis sobre el origen de los pozos como hábiles escondites de las huestes de Pelayo perdió fuerza al descubrirse que esa leyenda fue favorecida en la Edad Media por esas dos familias que querían dar relevancia a su linaje y que incluyeron los hoyos en su escudo. Otros investigadores, César Morán, Matías Alonso y Sáenz Ridruejo, relacionaron los agujeros con una conducción hidráulica subterránea de época romana, excavada para dar paso a un canal desde el arroyo Torre, en la localidad cercana de Santiago de las Villas, que transportaba agua para el arrastre y lavado de los aluviones auríferos de las explotaciones del Molino de la Griega, en Villarroquel. Otros analistas señalaron, incluso, que se trataba de pequeñas «fucaronas» o inicios de laboreos romanos vinculados al ruina montium del Cillerón, donde mueren, precisamente, los hoyos. Mil teorías para unas hendiduras antiguas y sorprendentes que sirvieron como sepulturas dolménicas en la época megalítica. Así lo creyeron historiadores de peso como el fallecido Antonio Viñayo (San Isidoro) y José Rodríguez Díez (del Instituto de Estudios Superiores de El Escorial). También el inspector de Enseñanza Básica e historiador Antonio Justel, que avanzó en un trabajo publicado en 1970 ya el posible vínculo con un campo megalítico de culto solar o lunar, tras encontrar en la zona un reloj con once filas de 28 piedras de grandes dimensiones, reutilizadas como base de la estatua del Quijote del campus universitario de Vegazana. Justel dibujó un gigantesco campo de menhires con rayas y puntos, que corroboró Viñayo. La idea convence también al investigador David Gustavo López y al presidente del Instituto de Estudios Omañeses, Luis Arias, propulsores de que la Junta declare BIC los enigmáticos Pozos de Colinas y se arroje luz sobre la naturaleza de estas perforaciones. Aprecian que en su base interior todavía quedan cantos rodados y que han sido tristemente saqueados. La Carta Arqueológica de la provincia las documenta, aunque el servicio territorial de Cultura no ha adoptado hasta la fecha medidas de protección. Es más, dejó la salvaguarda de los pozos en manos de Carrocera, que se ha convertido en la primera entidad que vela por estos vestigios, al delimitar una franja de 50 metros a cada lado de los pozos en sus normas urbanísticas. Cada visitante puede sacar sus propias conclusiones. Cargarse de energía, rodear los túmulos, subir a ellos, descubrir enormes cantos rodados fuera de lugar claramente transportados a propósito hasta una zona de arcillas, mirar el cielo...

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