Diario de León

León va a Intur como vino al mundo

Amplios e inagotables recursos naturales fortalecen la posición del territorio leonés como un referente del turismo interior, en el que comparte una posición privilegiada entre montañas, llanos, colinas y riberas

Vista aérea de un paisaje babiano, con la cresta de las Ubiñas de fondo. ARCHIVO

Vista aérea de un paisaje babiano, con la cresta de las Ubiñas de fondo. ARCHIVO

Publicado por
L. U.
León

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León permite viajes interiores en los que distribuye accesos gratis al agua, y a la tierra; a las cumbres y a los llanos; a los valles; a las montañas y colinas; al cielo que los ampara. Y ya, con eso, se arma un catálogo turístico de primer orden, de calado inigualable, que lo mismo sirve como fondo de pantalla para recodar un regalo galante que de decorado exterior de un escenario natural inolvidable.

Llegado a este punto de diversidad, León abre un concurso para definir qué postal define mejor la condición de territorio universal y de retiro espiritual, de murmullo salvaje, entre esa maraña infinita de arterias que siempre llevan a un lugar, a cada cual más hermoso conforme más dificultades presente el camino elegido para acometer la ruta. Hay referentes inigualables, sin llegar a ese compendio de imágenes célebres que, por convencionalismo o coincidencia, se han hecho un hueco entre las cinco o seis referencias que la retina asocia con León.

El derecho al paisaje resume la posiciñon de León en el conceoto turístico; derecho a cer, derecho a disfrutar

No hará falta citar los templos naturales que se consagraron a la religión promocional para advertir que en León hay medio millar de pico por encima de los dos mil metros de altitud, donde la nieve es caricia en verano, y atiza en invierno el repertorio de esquinas de nuestra vida para calentar la intimidad y empatía con tesoros que no están declarados, ni son parque natural, ni son reserva, ni zona de exclusión de privilegiados.

León tiene expositores de catálogo a patadas, que hace creer a los agnósticos del origen montaraz y agreste de esta tierra, que tiene delante un episodio de la creación en Montana, o en la cara norte de los Alpes; ríos sediciosos agitados con las primeras lluvias de otoño y desatados en primavera, así que no pueden ya disimular el empuje de las aguas que salen del fundente de la nieve, cuando la nieve no aguanta más el cambio de dominio del viento del norte, y se expone a regar otra primavera de mantos floridos en árboles frutales y alfombras amarillas entre prados magnéticos que atrapan por la vista que se atreve con el verdor. León son riberas diseñadas por el libre albedrío de ríos que pasan de cero a cien en diez kilómetros, y resumen en un puñado de hectáreas la esencia del mundo con todas las opciones de paisaje.

La postal del territorio leonés se sale del canon convencional; una orilla de río resueve un fondo de pantalla

León está armando con referentes arquitectónicos que han enriquecido durante siglos civilizaciones y pueblos que pusieron el entorno en el mapa, que por una vez, y sólo en este caso, es el territorio.

León es un viaje interior redundante; interior por el contenido, interior por el continente. Tan variado y extenso, que resulta un fraude para el visitante encasillar la oferta con una postal moldeada por el marketing.

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