Diario de León

Thor y Orion en Villaquilambre

Esta es una historia del abad Iquila, del obispo don Diego, de la Virgen Blanca y de las reinas de León doña Urraca y su hija Sancha. Todos ellos dejaron su impronta en Villaquilambre, al sangrar ese río que aúna al dios Thor y la estrella Orión, el Torío, para alumbrar cuatro presas. Recorrer esos cauces se convierte en un ejercicio lleno de murmullos de agua e historia

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p. infiesta
León

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Las cuatro presas de Villaquilambre, símbolo de su fértil pasado agrícola y de la estrecha relación del municipio con el agua, presiden desde 2014 el salón de plenos de este Ayuntamiento del área metropolitana leonesa al haberse incluido en un gigantesco escudo de acero de nueve metros de altura y 2,8 de ancho. Quien sienta curiosidad, en lugar de contemplar las ondas del agua en chapa corten con tratamiento de óxido en la casa consistorial puede adentrarse por los parajes del municipio para encontrarse con las presas Villa Habibi, San Isidro, Vieja y Blanca. 

Quizás la senda más importante es la denominada del ‘Thor-Orion’, que se articula alrededor de la Presa Blanca, denominada así en honor a la imagen mariana del pórtico de la Catedral. Se trata de una infraestructura hídrica del siglo XIII que nace en Villamoros, ladea el Torío por los pagos de Villaobispo por La Candamia y desemboca de nuevo en el río frente a Puente Castro.

Durante la Edad Media, el aprovechamiento de esta presa provocó números pleitos entre los vecinos de estos pueblos y el cabildo de la Catedral, que era su propietaria. Pero no es la única. Una ruta interesante para poder apreciar las construcciones tradicionales de adobe del municipio es la que comienza en el pueblo de Villarrodrigo de las Regueras, concretamente en su iglesia. El material de las construcciones era muy abundante en el ribera del Torío, por lo que es lógico que las caracterice. La ruta también transcurre cerca de las presas, llega al pueblo de Robledo, y vuelve a Villarrodrigo en un trayecto que mezcla naturaleza y tradición.

La presa de Villa Habibi, a la altura de Villanueva del Árbol, o del abad Iquila se remonta al año 917, cuando este clérigo ya había fundado el monasterio de Santiago junto a la Catedral de León. Baja por Robledo y Villarrodrigo hasta llegar a la ciudad, regando a su paso todas las tierras de los antiguos monasterios y moliendo el grano en todos los molinos que encontraba a su paso (los del Obispo, los de Zezón, los de Regla y los del monasterio de Santiago).

Pero posiblemente la más larga de todas, con sus casi 10 kilómetros de recorrido, es la Vieja o del Obispo, que atraviesa los pueblos de Villanueva del Árbol, Villaquilambre y Navatejera para entrar en el barrio de San Lorenzo e ir discurriendo por Cantarranas hasta el actual parque de los Reyes hacia los campos de la Chantría, para acabar desembocando en el río Bernesga. La presa de San Isidro lleva el sello de doña Sancha, la hija de la primera reina de León doña Urraca y hermana de Alfonso VII el Emperador que sumó bajo su mando los reinos de León, Asturias y Galicia. Sancha, que también fue coronada reina, concedió esta presa al abad de San Isidoro como único dueño en perpetuidad, lo cual implicó que nadie podía sacar agua ni construir molinos sin el permiso del convento.

Pero algunos años después, en 1158, la monarca cambia de opinión y decidió que el agua de la presa fuera aprovechada también por los monjes de San Claudio, pero como las dos comunidades no estaban muy conformes en tener que compartir el preciado líquido se abrió una lucha por el control total del agua que se prolongó hasta 1875, cuando se aprobó el reglamento del sindicato de esta presa, también conocido por el de los Abades, por haber participado los dos abades como beneficiarios.

Todavía hoy en día se pueden apreciar vestigios de los molinos que antaño movieron esta presa, como el de Quintanilla y el de Villasinta. Cuentan que una de las piedras del molino de Quintanilla es francesa y que en el armazón que la cubre se puede leer «Soy la reina de las piedras, y de Francia vine aquí, y si no bailo ligera, ¿qué dirán todos de mí?».

Las presas Vieja y de San Isidro disponen ahora de contadores digitales que han evitado conflictos con la Confederación Hidrográfica del Duero (CHD), su responsable, Pablo de Celis, explica que la Vieja dispone de un caudal de 140 litros por segundo frente a los 1.800 que llegó a tener en origen para mover las piedras de molienda, al igual que la de los Abades, que ahora arroja 250 litros por segundo. Ambas permiten regar las fincas de una veintena de agricultores de la zona.

Todas estas presas tienen en común al mismo padre: el río Torío, que hunde sus orígenes en la mitología al nacer de los dioses Thor y Orion. El agua siempre ha causado al hombre cuantiosos problemas a la hora de intentar controlar sus cauces y su uso, puesto que una buena gestión del agua implicaba mejores cosechas. Pero a ntaño, a menudo entre los vecinos surgía la picaresca a la hora de regar sus tierras, y ello obligó a que desde el siglo XVI y hasta el XX se realizara un control legal tan exhaustivo sobre el uso que se hacía del agua, que incluso los pleitos llegaron hasta la Chancillería de Valladolid cuando el Concejo no podía poner freno a los abusos de los campesinos. El agua era, y es, un bien necesario en cada pueblo, en cada lugar, y ahora serpentea entre las localidades de Villaquilambre para su disfrute visual.

La presa de Villa Habibi, a la altura de Villanueva del Árbol, o del abad Iquila es la más antigua, se remonta al año 917, y la más larga, con diez kilómetros, es la Vieja o del Obispo

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