Diario de León

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Maravilla la naturaleza con decisiones asombrosas y siembra preguntas cuyas repuestas ignoramos casi siempre o preferimos no saber, no sea que nos comprometan a algo. ¿Cuándo decidió la acacia criar espinas como estiletes o tridentes entre sus hojas?, ¿fue solo por hartarse de ser devorada por animales, tipos que van de superiores a todo lo vegetal?... pues dientes contra dientes, tú me muerdes, yo te pincho... ¿y por qué decidió el leopardo comprarse un traje de camuflaje y no vestirse como un pájaro lira, que liga mucho más?, ¿solo porque la discreción y el sigilo son las mejores ganzúas de todo ladrón?... ¿y cómo aprendió el tejo a impedir que sus semillas le germinen al pie y le asfixien después los hijos consiguiendo que solo broten si algún animal las come y las caga lejos tras perder la cutícula de blindaje en su tracto intestinal?...

Dicen que la cucaracha es el ser más apto en superar extinciones o crisis nucleares, pero el vegetal es más viejo que ella y le sobrevivirá, así que colocad al vegetal en el trono del que siempre le apeáis; y más si le militarizáis en filas forestales o metéis en cárceles/cultivos y os lo zampáis sin darle siquiera muerte dulce por su gran regalo... no: agua hirviendo, brasa o chapa le da el vegetariano añadiendo vinagre a la tortura.

Vale ya de colocar los tres reinos que componen la vida del planeta en escalas de valor: el mineral, en el sótano (solo el budista luminoso respeta al canto rodado); el vegetal, en el entresuelo (al alcance del azadón, el hacha y el fuego); y el animal, en el ático para que pueda hacerse dueño de toda la corrala a su necesidad o antojo. Sin embargo, cada uno por su lado es imprescindible en el trípode que sostiene la vida. 

Además, en el reino vegetal no hay tanta guerra sin cuartel como en el animal, aunque utilicen sus propios venenos; incluso abunda la solidaridad entre plantas distintas, se alertan ante agresiones, se auxilian a través de las raíces, emiten quejidos químicos... y muchísimos árboles llegan a vivir lo que jamás soñaría un elefante borracho.

Del musgo al arbolón, mi religión.

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