Diario de León

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Decían las Tientas del Cariño que «de lo moreno que era la piel parecía que le verdeaba, por eso las tapaeras de to el sentío a mi me quitaba». Y luego la cosa acababa en drama, que si no la copla pierde su aquel. ¿Y la política? ¿Tiene sentío tanto verdear, o andamos más bien con aleteo de pestañas postureras para el ligoteo de aquí te pillo y aquí me votas, y luego el de las barbas era la purísima? Se asoman a las urnas brindis al sol por los que todos firmaríamos en la fase de exaltación de la amistad de alegre borrachera, pero que a la hora de rubricar negro sobre blanco encogen las entendederas y las voluntades de quienes no encuentran con qué respaldar económica o racionalmente la factura de la resaca. O propuestas que, mientras sean otros los que tengan la responsabilidad de cuadrar cuentas reales porque los ocurrentes no están al frente de la nave, suman voluntades irreflexivas del buenrrollismo que abarcan un océano de bienintencionadas ideas que esconden un centímetro de profundidad de realismo. No sólo que sean viables sino que hayan reflexionado y cuantificado sus efectos secundarios.  

Y ahí se suceden los naufragios. Estamos el populacho (ahora definido como clase media a recuperar para engrasar de nuevo el consumo, incluso por quienes renegaban de los perdidos privilegios de la mediocridad) en permanente actitud ojiplática a la espera de las chiripitifláuticas propuestas que nos llueven. Ahí arrancan los usados (como los pisos, que se anuncian a estrenar pero tienen más de cinco años construidos) con la semana laboral de cuatro días. ¡Ale, nos apuntamos! Prometen ellos (para el dos mil veintitantos) menos trabajo a igual salario. De momento no se han registrado adhesiones empresariales, que son las que firman la nómina. Ni se cuantifican las previsibles secuelas de propuesta tan lejana de momento no tanto a la teoría sino a la práctica de la legión laboral del país.  

Y otras tantas propuestas como que en quince años desaparezcan los coches de combustión, o que el personal se dedique a «actividades bajas en carbono»: menos trabajo y más deporte y ocio. Guay.  

Al buenrrolismo de descarbonizado futuro sólo le falta un detalle. ¿Cómo? O dos. ¿A qué coste? O tres. ¿Qué hay de la anunciada desaceleración económica? O mil. ¿Quién y cómo va a pagar la fiesta? Está verde. Preocupantemente verde.

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