Diario de León

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En la carretera de la vida los baches no son los mismos para todos. Eleuterio Sánchez el Lute es voz autorizada en esto. En 1966, tras saltar de un tren en marcha y darse a la fuga, sustraería en León una vespa con la que siguió su huida, bajo la lluvia. Hasta que se quedó sin gasolina. Solo tras larga caminata, arrastrando la moto, pudo llenar el depósito. Quien fue el fugitivo más famoso de España mantendrán el jueves un encuentro con alumnos de la Universidad Complutense, organizado por el decanato de Filología y por la Universidad para los Mayores. Me ha informado José Manuel Lucía, gran cervantista y catedrático en esa Facultad, además de uno de los impulsores de esta interesante iniciativa. El Lute cursó entre rejas Derecho, donde escribió su autobiografía «Camina o revienta». Preso leyó por primera vez el Quijote, y ha vuelto a leerlo más de una docena de veces. Cabe preguntarse cuáles son sus pasajes preferidos. ¿La liberación de los galeotes? Había toda clase uvas en aquella viña. ¿El encuentro con el bandido catalán?, ¿ el de la libertad como uno de los más preciados dones?, ¿cuándo el caballero andante proclama «yo sé quién soy», vapuleado pero no vencido, como tantas veces hubo de sentirse el Lute? «Cuenta una vida que yo he vivido», declaró a Expansión.  

La vespa saldría años después a subasta y la adquirió un guardia civil. «El motor hizo un ruido como si gritara ¡el Lute me roba! ¡A las armas!», recuerda en sus memorias. En 2005, volvió a León para presentar en el Musac la segunda parte. La carretera de la vida no solo tiene baches, también zonas de descanso.  

Me cuenta Lucía: «Es ejemplo vivo y voz necesaria para las generaciones más jóvenes». Ortega definió al héroe contemporáneo como aquel capaz de ser él mismo pese a los obstáculos. Sánchez superó los suyos mediante el estudio, tarea que al pobre además de codos le exige echarle redaños. Pero no hay motor más potente que la voluntad de convertirte en quien llevas dentro. Nunca fue un pícaro, sino un hijo del hambre que se impuso, mediante voluntad e inteligencia, a su previsible destino de desdicha. «Mi madre me parió para vivir cien años», afirma en su autobiografía. Todo es ponerse. Y que no falte gasolina.

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