Diario de León

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Dejamos ayer a un leonés a punto de inventar la queimada en víspera de una ofensiva, en el peor invierno y peor guerra que conoció Teruel, febrero de 1938, nevada terrible, bloqueo total de suministros, hay algo de pánico en la tropa que mañana ha de saltar líneas y, bien probable es, morir unos cuantos o muchos; y no aparece el alcohol obligado de dar al soldado ante un asalto final, a botella por barba, coñac, orujo, anís (recordaba mi padre); pero nada en intendencia, nada en cantina; ¡pues mis muchachos no se quedan sin lo suyo -ordenó corajudo el capitán-, buscad en el bar de oficiales!; y tampoco, nada, mi capitán, nada; y aquí es donde entra el cabo furriel apuntando solución pues es de León y por ello, asegura, «más curiosín que un cacharrín con asas»: algo de alcohol sí que hay, pero en el hospital de campaña, y a garrafas; únicamente hay que hacerlo bebible, quitarle grados y el repelente vomitivo que le echan para que lo aborrezca el alcohólico; y a ello se ponen tras el rancho de la cena, quemándolo, echándole azúcar, restos de café o granos, mondas de naranja que había por las mesas, lo que sea con tal de quitarle el odioso sabor, tú, más azúcar, qué tal ahora, bueno, aún está recio, quémalo algo más y... tachín-tachín: sucedáneo conseguido, alcohol clínico hecho jarabe brutal, agua de fuego dulzorra... ¡queda inventada la queimada!... y queda inaugurado este pantano que acabará lleno de patrañas celtas, conxuros bobalicoes, mitos y gaitiñas cuando ya se haga del todo gallega tras verse por primera vez allí ya bien entrada la postguerra (razón tenía Cunqueiro), pues hubo un gallego testigo del invento leonés en el frente de Teruel que propuso hacer lo mismo en 1948 ante el infernal orujo adulterado con metílico que inundó Galicia matando a muchos... ¡antes que tirarlo!... y ya se fue haciendo popular este modo de dar salida a orujos malotes o delincuentes; después, con orujo pasable, la queimada dulzorra la bebían fácilmente las chicas en fiestas y cenorrios convirtiéndose en un aflojabragas del carallo... de ahí su fama, el exportarse y que perviva.

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