Diario de León

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El día D de la desescalada me quedé en mi salón. Por respeto, el lunes tenía consulta con el traumatólogo. Según las imágenes difundidas, zonas de León se convirtieron en… no diré Sodoma y Gomorra, tampoco exageremos, pero sí en algo a medio camino entre la Expo de Sevilla y la Olimpiada de Barcelona. “¿Viste gente correr?”, preguntará don Armando. Sí e incumplía la obligada distancia. Por mi parte, no necesito salir a la calle para comprobar que el amor está en el aire, love is in the air, que se decía en la canción. A mí ya me contagio hace tiempo. En el fin de semana, seguí viendo filmes clásicos. Me gusta el cine, no engullir películas. Descubrí: Sé fiel a ti mismo (1942), Seis destinos (1942) y Nube de sangre (1950). Curiosamente, en las tres aparecen sacerdotes en papeles positivos. La segunda de ellas, incluye uno de los finales más religiosos y divertidos que recuerdo, ensalzador de la fraternidad entre los pobres. Otra satisfacción me la ha dado un grande de nuestro periodismo: Enrique Cimas, quien ha publicado en este periódico un precioso artículo en forma de carta a sus vecinos/amigos, sobre cómo percibe desde sus 94 años el confinamiento. Lo concluía así: “Nosotros —el pueblo— vamos a enfrentarnos, sin disimulo, con el coronavirus…; y a poner en práctica (¡ay, si fuese posible!) el invento de un contra-veneno demoledor de pesimismos. Tarea en la que la Virgen del Camino, sin duda, nos echará una mano”. Un texto breve en el que consigue meter la vida entera, como les entraba a Capra y a Ford en sus historias. No se escribe como los ángeles por ser mayor, sino por bueno.

Javier Arias anunció que ya no saldrá más al balcón a cantar, pues las calles vuelven a tener movimiento. Qué gran artista. Se despidió cantando The impossible dream , el credo vital de don Quijote en El hombre de la Mancha . Si tuviese un casino le contrataba mil y una noches. Y los bises se los pagaba aparte.

El traumatólogo me dijo que mi brazo derecho revive, tras la aparatosa caída en el baño. Soy un paciente muy disciplinado, y si no lo fuese ya está mi mujer para preguntarme: “¿has hecho ya tus ejercicios?”. Hasta en galeras hubo más mano ancha. Y aun así, lector, el amor está en el aire.

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